Alfonso es Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED, Madrid, España; Master in Business Administration, MBA, de la Universidad ICESI, Cali, Colombia – A.B. Freeman School of Business, Tulane University. New Orleans, Estados Unidos y Licenciado en Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, España.
En el ámbito académico, Alfonso ha sido profesor de la asignatura “Drogas y Políticas Públicas” en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de la Sabana.
Asimismo, ha sido Secretario del Consejo Fundacional y miembro del Consejo Superior de la Universidad de La Sabana. Es miembro de diversas juntas directicas del sector educativo y ONG de Desarrollo, entre otros.
- Miembro del Comité de Dirección de INALDE Business School
- Director de relaciones corporativas, INALDE Business School
- Profesor del Departamento de Dirección de Personas en las Organizaciones
- Miembro de la junta directiva de la Corporación de Fomento Cultural (Corfomento), Coreya y Forjando Caminos.
- Miembro de la Asamblea de las entidades: Asociación de Amigos de la Universidad de La Sabana, Corporación Educativa Central (CEC), Corporación Promotora de Formación Los Cerros (CORCER), Prodecosta y Proeducar.
- Secretario general, INALDE Business School
- Secretario del Consejo Fundacional de la Universidad de La Sabana (2010- 2017)
- Miembro del Consejo Superior de la Universidad de La Sabana (2010-2017)
- Miembro de la Comision de Asuntos Generales de La Univesidad de La Sabana (2010-2017)
- Director de la delegación en Colombia de las Fundaciones CODESPA (España) y ACTEC (Bélgica).
Producción intelectual
- Drogas y Políticas Públicas ¿legalización o prohibición? Universidad de La Sabana (2017). Colección Investigación. ISBN 978-958-12-0435-9
En las elecciones presidenciales de varios países latinoamericanos han ganado propuestas populistas: desde Pedro Castillo en Perú, hasta Gabriel Boric en Chile, pasando por Bolsonaro y muchos otros. Este fenómeno también conecta de alguna forma con lo sucedido en las elecciones norteamericanas de 2016, cuando triunfó Donald Trump.
Dentro de una semana celebraremos en Colombia el Día de la Madre. Ser mamá es algo grandioso y exigente, pues implica traer una persona a este mundo. Es algo que cambia y compromete la vida de una mujer para siempre, pues debe asumir desde transformaciones físicas, a veces incómodas y dolorosas, hasta cambios en su estilo de vida.
Si nos tocara juzgar los hechos que millones de espectadores vieron por televisión ese día, solo se puede concluir que nadie hizo lo correcto y todos “perdieron” con lo sucedido: en primer lugar, pierde por partida doble el abofeteado Chris Rock.
Preguntarse para qué sirven los hermanos parece una perogrullada. Los hermanos aparecen en la vida de otras personas de manera imprevista. Llegan sin avisar cuando se trata de hermanos menores; o ya estaban ahí con anterioridad, si se trata de hermanos mayores. No fueron escogidos, ni pedidos y tampoco tenemos control sobre ellos.
Volodímir Zelenski, 45 años, casado y con dos hijos. Licenciado en derecho, actor, comediante, guionista, productor, pero, sobre todo, político. Desde el 20 de mayo de 2019 ejerce como el 6º presidente de Ucrania. Mide 1,70 metros y, por tanto, no es muy alto, comparado con sus compatriotas ucranianos. Pero Zelenski no es un hombre pequeño; todo lo contrario.
En los disgustos motivados por las personas entra en juego la libertad y nos consta que las cosas podían haber sido distintas si ese “alguien” hubiera actuado de otra manera. Por eso, es lógico enfadarse con una persona por los problemas que nos origina; mientras que no es razonable enfadarse con las circunstancias impersonales como el clima o un neumático.
Hay pocas personas que jamás han tenido una crisis importante en sus vidas. No me refiero a esos desengaños que suceden a veces, cuando no se cumplen las expectativas laborales, sentimentales o económicas sino, más bien, a esas rupturas profundas que desencadenan consecuencias importantes en la propia vida y en las de las personas que están alrededor.
Pude encontrar respuestas de todo tipo y debo reconocer que esa curiosidad me permitió clarificar cómo me puedo describir; pero, sobre todo, me sirvió para entender cómo se ve cada persona a sí misma.
Recuerdo que asistí a una evaluación de desempeño de un directivo que fue especialmente dura por el perfil exigente del jefe que lo evaluaba y el poco tiempo del colaborador vinculado con esa compañía. A la salida, me acerqué y le pregunté a esa persona cómo se sentía; para mi sorpresa me dijo que muy bien y muy agradecido. Al mostrar mi cara de extrañeza, me respondió: mira, llevo pocos meses en esto y lo que me acaban de decir es muy valioso.
El hijo más pequeño de una familia que conozco bien, cuando tenía 6 años no sabía leer ni escribir. Su madre no le daba mucha importancia a esto, pues los demás niños de su colegio parecían estar en condiciones similares por el particular sistema educativo que utilizan en esa escuela. Sin embargo, la abuela pensaba que su nieto “analfabeto” estaba considerablemente retrasado, en comparación con lo que le contaban sus amigas sobre otros niños de edades parecidas. Hasta que un día, la abuela descubrió con cierta sorpresa y admiración que su nieto, aunque no sabía leer ni escribir, pudo resolver con mucha facilidad una pregunta de cierta complejidad.
Cualquier persona normal, con un salario promedio, debería trabajar algo más de 2.000 años para conseguir el mismo ingreso anual de CR7. O sea, si hubiera comenzado a trabajar en el año 21 d.C. hoy estaría cerca de conseguirlo.
Al poco tiempo de graduarme de la universidad, durante mi primer empleo, me quedaba con alguna frecuencia trabajando hasta tarde en la oficina. Pensaba que era parte de lo que esperaban de mí: mostrar mi compromiso trabajando de sol a sol. Un día, todos se habían ido a sus casas y yo era el único que seguía trabajando, en la penumbra, frente al computador…
Conozco hace años a una ingeniera que se graduó de una de las mejores universidades de Europa y que, tras años de experiencia en varios países de distintos continentes, renunció a su prometedora vida profesional para dedicarse totalmente a su familia. Con el paso del tiempo, los niños fueron creciendo y, ahora, siente el deseo de volver a trabajar. Sin embargo, no es fácil porque el mercado laboral le está cobrando los años que estuvo alejada de su profesión.
Hace unos días, un amigo me decía que las estructuras de las organizaciones y la jerarquía ya no son tan importantes en las empresas. Al final, afirmaba: cada cual brilla por sus propios talentos sin importar donde se ubique en el organigrama.
Al llegar a la oficina, te encuentras con uno de tus colegas y te sorprendes porque no te saluda y se comporta como si no existieras. Durante la mañana te topas con él varias veces por los pasillos y ni siquiera te mira. No sabes qué está pasando e intuyes que algo va mal. Cuando, por fin, coinciden en la reunión en la que te toca hacer la presentación principal, no te dirige la palabra salvo para decirte que has hecho un buen trabajo, “casi tan bueno” como el de otro de los presentes…
Sonreír es irracional e íntimamente humano. Es la forma más sincera y barata que tenemos para celebrar, regalar un buen momento a los demás o enfrentar los problemas de la vida. Al sonreír parece que podemos con todo, que nos llega la fuerza necesaria para continuar. Sonreír transmite calma, ánimo y mucha seguridad.
“Tengo un sueño…, que mis cuatro hijos pequeños algún día vivan en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel sino por su carácter”. Esta frase, pronunciada por Martin Luther King en un discurso memorable el 28 de agosto de 1963 frente al Capitolio de los Estados Unidos, ha sido citada en innumerables ocasiones como expresión de igualdad.
Las mesas son muy importantes en nuestras vidas; más de lo que pensamos. No solo son un lugar de reunión o de trabajo. Las grandes decisiones siempre se han tomado alrededor de una mesa: desde la mítica mesa redonda del Rey Arturo hasta la poderosa mesa del despacho oval en la Casa Blanca.
Con facilidad surgen quejas cuando no recibimos lo que esperamos o algo sale mal. Las personas que trabajan en servicio al cliente lo experimentan todos los días. Sin embargo, por lo general, nos quedamos callados ante lo que nos agrada y podemos ser indiferentes cuando alguien hace algo excepcional, pues consideramos que ya recibe un salario y, al fin y al cabo, no hace más que cumplir con su deber.
Hace años, mi abuelo, ganadero de profesión, me contó que era más que suficiente un apretón de manos para formalizar un pacto o cerrar un negocio. Antes, no hacía falta recurrir a complejos contratos escritos que complicaban las cosas y ponían en duda la confianza en el otro.
El sábado pasado, en uno de los primeros partidos de la fase de grupos de la Eurocopa 2020, entre Dinamarca y Finlandia, Christian Eriksen, centrocampista y estrella de la selección danesa, se desplomó en la cancha cuando se disponía a recibir un pase de un compañero; providencialmente, todas las miradas estaban puestas en él.
En la famosa novela ‘El doctor Jekyll y Mr. Hyde’, el protagonista es un agradable científico que crea una poción con la capacidad de separar la parte más humana del lado más maléfico de una persona. Cuando el doctor Jekyll bebe esta mezcla se convierte en Edward Hyde, un criminal capaz de cualquier atrocidad.
Las representaciones culturales del capitalismo son casi todas negativas y, en muchos casos, caricaturescas. Los ejemplos abundan como el tipo del Monopoly con el sombrero de copa y el cigarro humeante; Rico McPato, el tacaño multimillonario de Disney que vive en una mansión llena de oro y billetes o el estrafalario y despilfarrador protagonista de la película “Lobo de Wall Street” (2014).
Conversando con una joven pareja que lleva poco tiempo juntos, me contaron que, pensando en sus hijos todavía pequeños, recientemente se compraron una bonita casa con jardín en un exclusivo barrio de su ciudad. Hicieron un gran esfuerzo económico, apalancados en el buen salario que él recibe de una importante multinacional.
El fútbol es un juego, un deporte, una afición, una competencia, un rato de ocio, una forma de compartir y de socializar, un espectáculo, un entretenimiento, una identidad, una emoción, una pasión… Pero, sin duda, también es un negocio que monetiza las pasiones de la sociedad.
El 25 de enero de 1999, el terremoto de Armenia destruyó más de 100.000 edificaciones de 28 municipios en el eje cafetero, dejó a su paso 1.185 víctimas mortales y despojó a más de 550.000 personas de sus hogares. El impacto del desastre, cuyo costo económico aproximado fue equivalente a 2,2% del PIB de ese año, fue aun más grave al producirse en medio de un terrible periodo de recesión económica.
El título de esta columna no es el eslogan de una agencia de viajes, pero puede entenderse como dos “viajes en el tiempo”. El primero de esos viajes comienza en 1959. El segundo de los viajes tiene lugar en la actualidad.
Hace poco, un amigo me contó la siguiente situación: un día, al salir del trabajo, una persona, a pesar de ser tranquila y poco “fiestera”, decide aceptar por compromiso la invitación de sus compañeros a un famoso restaurante de la ciudad para celebrar un resultado importante del cual es directa responsable.
Me gustan las películas en las que una persona normal se convierte en un héroe. Una de mis favoritas es La lista de Schindler (1993). La película cuenta la historia de Oskar Schindler, un empresario austríaco y miembro del partido nazi que salvó la vida de aproximadamente 1.200 judíos durante el Holocausto, empleándolos en sus fábricas de menaje y armamento.
Recuerdo una clase memorable con un grupo de oficiales de la Policía en la escuela de negocios en la que trabajo. El tema de ese día eran las motivaciones humanas y les pregunté por qué hacían lo que hacían. La cuestión no es trivial pues asumen grandes riesgos y varios de ellos han visto morir a sus compañeros en combates con distintos grupos armados.
Al comienzo de la cuarentena hubo en muchas partes del mundo un ritual de agradecimiento dirigido a los profesionales de la salud que participaban desde la primera línea en la batalla contra la enfermedad.
Alguien me recordó, no hace mucho, un cuadro de Salvador Dalí que muestra varios relojes derritiéndose ante un paisaje costero. Esos relojes, como si fueran organismos vivos que se consumen, representan el tiempo. Viven y sienten, pero, poco a poco, se deshacen y desaparecen, y es imposible hacerlos regresar.
Este ha sido un año difícil de olvidar. Con seguridad, lo recordaremos por el resto de nuestras vidas. Tuvimos muchos retos y nos tocó reinventarnos. Ahora, con la llegada de las vacaciones de Navidad y el fin de año viene el momento de hacer balance y pensar en lo que pasó.
Recuerdo que hace algunos años, mientras iba por la calle acompañado por un amigo, decidí comprar unos aguacates a un vendedor ambulante y comencé a regatear el precio. Después de la compra, mi amigo me hizo caer en la cuenta de que es elogiable negociar con los ricos y poderosos; pero no lo es tanto con los que subsisten gracias a un trabajo informal. Creo que nunca olvidaré esa lección.
Las personas suelen desarrollar una falsa sensación de seguridad con respecto a sus empleos. Después de trabajar para una organización durante varios años, les resulta difícil comprender que es posible que sus empleadores ya no necesiten sus servicios.
El Gobierno de Colombia afronta una crisis causada por la afluencia masiva de venezolanos. Según datos de Migración-Colombia, desde 2014, más de 1,7 millones de personas, sin contar los colombianos retornados, han huido de Venezuela hacia nuestro país. Muchos llegaron para quedarse. Colombia es el final del viaje.
Quisiera explicar en esta columna una frase de Immanuel Kant: “La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia la debilidad del fuerte”.
No sé si les ha sucedido alguna vez que, al preguntar por alguna dirección en la calle, la persona a la que acudimos en busca de ayuda nos da una instrucción equivocada. Creo que no lo hacen intencionadamente, sino que les cuesta reconocer que no saben; o, no quieren hacernos sentir mal, y nos dirigen hacia cualquier lugar.
La palabra “inspiración” procede del verbo latino spirare que significa soplar. Por ende, inspirare quiere decir “soplar en” o “respirar”. De esta forma, inspirar responde al acto de introducir aire en los pulmones: dar vida. Aunque, en sentido figurado también expresa “insinuar algo en el corazón de alguien” y está relacionado con un instante súbito de creatividad.
Definir cuál es el problema en una organización o en una situación de negocio es uno de los retos más desafiantes para un directivo. Una vez identificado el problema, encontrar la solución es mucho más fácil. Y Leo Messi supo identificar el problema del Fútbol Club Barcelona con la misma facilidad con la que marca goles.
Son tiempos difíciles. Mucha gente está perdiendo su empleo. Trabajamos más horas porque ahora el hogar es el lugar de trabajo. Sentimos la presión de las malas noticias. Asimismo, existe preocupación por los efectos que tendrá la próxima crisis económica. La tentación es desmoralizarse por todo lo que está pasando en el mundo. Evadirse en la locura generalizada es una idea muy tentadora…
A mediados de marzo, las oficinas se vaciaron de gente y se llenaron de incertidumbre. Casi todas las empresas enviaron a los trabajadores a sus casas. Se interrumpieron los viajes y traslados. Nos lanzamos al teletrabajo con un entusiasmo ingenuo y algo temerario.
Hace unos años, cuando vivía en Barranquilla, uno de mis amigos me invitó a cenar a su casa.
– ¿A qué hora quieres que llegue? – le pregunté.
– En la “nochecita”- me respondió.
Asumí que debía ser a la salida del trabajo. Cuando me presenté en su casa la puerta estaba abierta…
Hay un refrán que le escuché a alguien, hace ya muchos años, que me sirvió para la vida y para entender la fuerza de la amistad: “tanto vales, cuanto valen tus amigos”. O sea, la sumatoria de lo que tus amigos están dispuestos a hacer por ti, es el valor real que cada uno de nosotros tenemos como persona.
Por anecdótico que parezca, la palabra “tasajera”, en español significa “vara para secar la carne”. Pudo haber sido un término azteca, que los españoles adoptaron y trajeron posteriormente al Caribe colombiano, donde acabó convirtiéndose en el topónimo de la tragedia del pasado 6 de julio.
La primera vez que vi esa frase, la leí en un cuaderno que me entregaron en una conocida escuela de negocios con la ilustración de un cuadro al óleo del pintor francés Claude Monet, titulado “El estanque de los nenúfares”.
Son ya varias las personas que he conocido que están buscando un trabajo. Son valientes porque la situación es complicada. Muchas empresas están cerrando y la crisis causada por la pandemia devora empleos cada día que pasa. Estamos en unos tiempos sombríos y de una gran incertidumbre.
En días pasados, un amigo, presidente de una compañía a la que a pesar del covid-19 le va muy bien en sus resultados económicos, me dijo que después de más de setenta días en su casa sin salir, notaba cómo el encierro iba haciendo mella en su estado de ánimo.
Hace unos días, el Washington Post publicó un artículo en el que destacaba el liderazgo de siete mujeres en el manejo del covid-19 en sus respectivos países.
Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con Clara Rojas sobre las enseñanzas que le dejó el terrible secuestro que padeció por seis años, en la mitad de las selvas de Colombia y cómo se puede trasladar ese aprendizaje a la situación del confinamiento actual.
El pasado 6 de abril tuve la oportunidad de moderar un encuentro de los directores de nueve clínicas y hospitales de Colombia con Juan Abarca Cidón, médico y presidente de HM Hospitales de España.
“Evasión o Victoria” es el título en español de una película de 1981 que trata sobre un equipo de fútbol conformado por prisioneros de guerra aliados que, durante la Segunda Guerra Mundial, deben jugar un partido de exhibición contra un equipo alemán, en la París ocupada por los nazis, como parte de la propaganda del Tercer Reich.
Los recientes acontecimientos que han copado los titulares de los medios de comunicación por el coronavirus, y las contundentes disposiciones de los gobiernos para intentar atajar la expansión de la pandemia, han reconfigurado en pocos días el entorno económico, político y social de la mayor parte del mundo, generando una gran incertidumbre.
En la película The wife, Glenn Close interpreta a una esposa, de belleza madura y natural, inteligente y serena, la mujer y esposa perfecta. Pero lo cierto es que lleva cuarenta años sacrificando sus sueños y ambiciones para mantener viva la llama de su matrimonio con su esposo, recientemente distinguido con el Premio Nobel de Literatura.
Todos cometemos errores, lo experimentamos a diario. Quisiéramos evitarlo, pero desafortunadamente es algo común. Además, fácilmente nos acostumbramos a los errores propios, y también a los ajenos.
Desde recién nacidos aprendemos a confiar en las personas que nos rodean porque somos frágiles y vulnerables. Tal vez por eso las mamás son las que mejor conocen lo que significa ser merecedoras de confianza por parte de alguien.
En el último índice sobre desarrollo humano (IDH), publicado en diciembre de 2019 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), ubica un año más a Noruega como el país más desarrollado del mundo; mientras que Colombia cae una posición respecto al año anterior y baja al puesto 79 mundial.
Al amanecer el despertador no sonó, te despertaste tarde y con dolor de cabeza, saliste corriendo de tu casa sin desayunar y, como llovía a cántaros, el trancón para llegar al trabajo fue más largo de lo habitual.
Durante mis años de universidad leí un grafiti en un edificio del campus que no pude olvidar: “si luchas puedes ganar, si no luchas ya has perdido”.
En estos días un amigo me dijo algo que me impactó: “estar sin empleo es como estar enfermo”.
La gran mayoría de las personas que renuncian a un empleo explican que la razón principal para tomar esa decisión fue la ausencia de reconocimiento y valoración de su trabajo por parte de sus superiores.
Esta semana conversaba con un grupo de empresarios sobre qué significa ser un buen directivo.
Las innovaciones de la tecnología digital como la inteligencia artificial, Internet de las cosas, Big Data, blockchain y un largo etcétera nos permiten integrar hoy de forma poderosa el mundo real y el virtual.
Llega el momento mágico de dirigir. Entras en la sala de juntas, donde hay un grupo de personas sentadas esperándote.
Recuerdo que hace varios años, al ser promovido a un cargo de cierta responsabilidad, cuando todavía no tenía mucha experiencia, mi jefe de aquella época me dijo con bastante seriedad: “solo confiaré en ti cuando te hayas equivocado”.
Recuerdo que durante mi primer empleo, cuando era un recién graduado, apareció una tarde el director ejecutivo de la compañía.
A los colombianos nos encanta atacar a los medios de comunicación y, si tienen dudas sobre esta afirmación, pregúntenle a Vicky Dávila por los recientes hashtags en twitter: #NoOigoWRadio, #NoOigoLaW o #NoSigoALaW.
No sé por qué, pero, después del reciente atentado a la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander, me he acordado en varias ocasiones del policía ardiendo durante las marchas de estudiantes del año pasado.
¿Qué es lo más importante que tenemos en la vida? Para algunas personas puede ser el dinero, para otras la salud, otros se mueven por el placer, para muchos el sentido de la vida está en amar y ser amados.
En Colombia existen 225.000 hectáreas dedicadas al cultivo de la caña de azúcar concentradas fundamentalmente en la zona plana del Valle del Cauca entre los departamentos del Cauca, Valle y, en menor medida, Risaralda.
El 14 de enero de 1987 el diario norteamericano The New York Times publicó un artículo en la sección editorial con un llamativo titular: ¿cuánto debe ser el salario mínimo? 0,00 dólares.
Los colombianos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Esa sencilla frase resume la extraordinaria diferencia entre la gente de nuestra tierra. Pero, así como nuestros defectos han traspasado fronteras, conviene también recordar las virtudes que conforman la otra cara de la moneda…
Hace unas semanas tuve la oportunidad de conversar con el Presidente de la junta directiva de una importante empresa colombiana. La conversación comenzó con los temas habituales en estos casos: los resultados de esa compañía, las recientes innovaciones, los conocidos comunes que ahí trabajan, etc.
El fútbol es un juego, un deporte, una afición, una competencia, un plan de descanso, una forma de compartir y de socializar, un espectáculo, un entretenimiento, una identidad, una emoción, una pasión… pero, sin duda, también es un negocio.
Dicen que donde mejor nos conocen es en la propia casa, aunque soy de la opinión de que también los amigos de toda la vida tienen la radiografía de nuestra personalidad.
Ante la reciente controversia que surgió en estos días en los medios de comunicación y redes sociales por el decreto propuesto por el presidente Iván Duque, que busca controlar la circulación y consumo de drogas en espacios públicos, no me resistí a dejar de dar mi opinión, pues creo que faltaron algunos elementos relevantes para analizar esa decisión.
América Latina es el subcontinente con mayor cohesión cultural y lingüística del mundo con un territorio equivalente a más de dos veces Europa y con una población de 626 millones de habitantes, casi el doble de Estados Unidos.