Distinciones: Respeto y obsecuencia

Distinciones: Respeto y obsecuencia

06/08/2025

Gustavo Mas
PADE de Inalde

El respeto nos eleva como seres humanos. Es uno de los rasgos distintivos de la civilización, quizás la piedra basal del entendimiento y de la libertad. Como toda cualidad humana presenta el riesgo de que, llevada a un extremo, se transforme en otra cosa. La obsecuencia, podría ser el caso. Cuando el respeto bordea la sumisión se desnaturaliza; si es una condescendencia servil, queda condicionado por la intencionalidad. También es posible que un respeto excesivo, teñido de veneración, promueva silencios y abrigue temores. Las conversaciones inhibidas en estos escenarios privan de riqueza a las relaciones y limitan el desarrollo personal. Cuando el respeto domina se nota.

El aire es limpio. Se respira y se siente. Contrariamente a lo que se piensa, no es necesario hablar de él. Es una condición con la cual se vive con naturalidad. La obsecuencia, en cambio, es algo forzado, es una posición incómoda. No la observa quien no quiere verla y el peligro es caer en la trampa. Las jerarquías condicionan. Las diferencias generacionales plantean un desafío. Desde el lenguaje y lo corporal, pasando por las emociones asociadas, se configura una combinación de cuestiones que vale la pena distinguir. En este quinto capítulo de la serie Distinciones te invito a analizar juntos este tema.

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El respeto va adelante

Cualquier relación humana, familiar, personal, profesional o corporativa contiene varios elementos constitutivos esenciales, pero es el respeto el que funciona como pilar central alrededor del cual se moldean comportamientos, conversaciones, ofertas y entregas, transacciones y donaciones. Si el respeto va adelante como premisa, define la calidad de la relación. Desde las simples consideraciones de la amabilidad y la educación en el trato hasta la postura adoptada en momentos difíciles en los cuales los vínculos se ponen a prueba, el respecto marca la diferencia suavizando todo, haciendo más ameno el devenir y promoviendo un flujo vital productivo tan necesario como laborioso de sostener. En lo mínimo, lo delicado de la gentileza. En lo máximo, la aceptación de otro diferente, con sus propias ideas y actitudes.

La obsecuencia, en cambio, es una sumisión excesiva y servil que, además, suele abrigar segundas intenciones. Sacar alguna ventaja, obtener una aprobación, un favor o simplemente sostenerse en un lugar de privilegio, más allá del propio mérito, por la contrapartida que es concedida de la otra parte. La distinción se observa con mayor nitidez en las consecuencias. Si el respeto tiene el poder de fortalecer los nexos, la obsecuencia tiene la capacidad de desnaturalizarlos. La honestidad se pone en jaque. Los decires y actuares son condicionados. La realidad se trastoca y queda presa de una condescendencia intencionada que no enriquece, sino que enferma. Lejos está esta posición de ayudar al otro. Todo lo contrario, ya que la verdad se pone en un segundo plano.

Jerarquías que pesan

Las jerarquías tienen un peso enorme. En las familias, en las empresas y en los equipos en general que se organizan para acometer vastos desafíos. No pretendo discutir aquí el mérito de la unidad de mando y la importancia del liderazgo. Traigo el tema de las estructuras para alimentar el debate en cuestión. Los grados, escalafones y cargos enmarcan las relaciones de los grupos sociales. Tal es la influencia que tienen en la forma que se establecen las ligaciones personales, que pueden orientar la balanza del respeto hacia la obsecuencia. ¿Cuántas veces has sostenido un contrapunto con tu padre o tu madre? ¿Recuerdas haber levantado la mano en una reunión para colocar una opinión opuesta a la de tu jefe? Vamos a suponer que situaciones de este tipo hayan sucedido. ¿Cómo fue su dinámica? ¿Cómo resultaron impactados los ánimos?

Muchas veces, queriendo evitar un contrapunto o buscando un favor, optamos por contener lo que pensamos y es en ese preciso momento que traspasamos la frontera del respecto a la obsecuencia. La falta de cuestionamiento es una posible manifestación. Un sí fácil también. Prestar atención a los silencios es vital ya que podrían encerrar mensajes poderosos. Nadie quiere ser engañado, pero el consenso y la falta de conflicto suena como un canto de sirenas que podría llegar a adormecer. De un lado, promueve el debate genuino, el intercambio de ideas, admite colocarte en una posición incómoda, quedar descolocado por un comentario contrario a lo que piensas. De otro lado, anímate a disentir, como mecanismo de construcción de espacios más ricos, más creativos y placenteros en los cuales el callar no sea un comportamiento común para refugiarse de temores.

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Percepciones por generaciones

Otro punto de vista para ponderar esta distinción lo trae la cuestión generacional. La invitación aquí es pararte en tu momento vital actual e identificar vínculos con personas 15 o 20 años más jóvenes y, por otro lado, con personas en ese mismo rango, pero mayores a ti. Con este conjunto identificado, observa la calidad de las conversaciones con referentes de esos dos grupos. Entre los más jóvenes, podrían estar tus hijos, sus parejas, los miembros del equipo que lideras, seres para quienes tú eres un punto focal. Entre los mayores, podrían estar tus padres, un jefe, gente que te ha precedido, mentores de tu crecimiento. La invitación es a caracterizar esos vínculos desde la dinámica conversacional, ponderando respeto y obsecuencia. ¿Encuentras patrones? ¿Notas fluidez y contrapuntos o trabas y silencios? ¿Percibes una evolución o una involución en el trato?

Es interesante apreciar que los diálogos han sufrido cambios con el paso del tiempo. Con los hijos, por ejemplo, suele establecerse una mayor amplitud. Con los colaboradores, en el ámbito laboral, a menudo prima una consideración mayor. En general se observa más respeto por el individuo, por su condición de persona. Con respecto a los mayores, ¿En qué cosas encuentras barreras? ¿Reconoces la necesidad de adaptar tu lenguaje? Parecería que hay más consciencia del poder de la escucha y de que habilitar espacios es más valioso que imponer ideas. Las emociones y sus manifestaciones han abierto posibilidades. Una sensibilidad que se permite percibir al otro como es, sin condicionamientos, ayuda a limitar los miedos de posturas más autónomas. Los entornos y los sistemas en los que las personas mayores o menores a ti se han desarrollado, definieron las características y la profundidad de sus aprendizajes, diferentes al tuyo. Incorporar estas nociones resulta fundamental para entender desde qué lugar, esas personas piensan, opinan y se posicionan, influenciadas por sus propias experiencias de vida.

Lenguaje y emociones

Desde el lenguaje es posible construir o destruir relaciones. El respeto es el elemento que te asegura, siempre, estar del lado correcto. No lo dudes. No dejes que te gane la emocionalidad. Si has podido anticiparte, diseñando una conversación esperada, párate del lado de la amabilidad, de la consideración y de una escucha implicada. Si la plática te ha sorprendido, improvisa pero aferrado a los mismos criterios. Reconoce tu emocionalidad en cada momento. Esfuérzate por interpretar tus sensaciones. Toma tiempo y no reacciones instintivamente. Si temes expresar tus ideas pregúntate, ¿En qué se origina ese temor? Libérate de tus restricciones y abre un diálogo planteando una pregunta, solicitando una aclaración. Usa menos afirmaciones y aún, si avanzas por ese lado, otorga un contexto a tus pensamientos que permita al otro captar tu interpretación.

Un líder, un padre o un hijo, un hermano mayor o un amigo no siempre están esperando la aprobación y muchas veces buscan una opinión calificada, una palabra que valoran, un aporte que necesitan. Si lo que brindas es genuino, seguramente será apreciado. El silencio podría ser interpretado como una aprobación implícita, un desinterés o una falta de atención. Finalmente, observa tu corporalidad ya que puede tra.nsmitir los mismos mensajes que callas. Posturas y gestos son poderosos. Sonrisas y movimientos positivos de tu cabeza pueden trasuntar consentimientos. Miradas que no se encuentran y cuerpos que no se orientan entre sí, invitan a percepciones de lejanía. Usa tu corporalidad a tu favor para reforzar los mensajes que elijas.

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El factor respeto

Mide la calidad de tus relaciones evaluando el factor respeto “FR”. Probablemente, el “FR” es el indicador más representativo de la salud de un vínculo sea este personal, profesional o corporativo. Si construyes sobre ese pilar, es muy posible que desarrolles espacios ricos, que favorezcan el crecimiento, la satisfacción y la felicidad. De otro lado, la obsecuencia tiene pasos cortos.

Atiende un momento, satisface un impulso puntual y deja residuos que, con el tiempo, podrían resultar tóxicos no solo para la otra parte sino para ti también. Promueve siempre el respeto para crear ambientes más saludables, en los cuales florezcan las capacidades de las personas y las opiniones implicadas se transformen en sustento de un mundo mejor.

¿Qué son las distinciones?

Distinguir es reconocer las diferencias que existen entre las cosas y los pensamientos. Es un acto, es una acción de percibir algo como particular y tratarlo, a partir de esa noción, como diferente. Es una postura que tiene que ver con descubrir, con iluminar, con llegar al fondo de una cuestión. Una profundización que habilita y un hallazgo que impulsa. Las distinciones marcan un punto de inflexión desde que las identificas. Desde ese momento y para siempre.

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