Gustavo Mas
PADE de INALDE
El avance de la tecnología en términos de plataformas que permiten compartir informaciones ha sido fantástico. Desde el origen de la Web (World Wide Web), más la infraestructura física o Internet a inicios de la década de 1990, hemos vivido una explosión en cuanto a la divulgación de conocimientos. Ya más recientemente, el advenimiento de la IA, trae una noción de interacción que parece no tener límites.
Sensores, cámaras y aplicaciones generan, a medida que suceden, millones de datos poniendo a la capacidad de procesamiento y análisis en el centro de la atención. De otro lado, la necesidad de vínculos humanos se refuerza como un punto focal. Las historias de personas superando desafíos, enfrentando vicisitudes y capturando aprendizajes tienen y conservan un gran magnetismo.
Si bien las experiencias individuales son raramente replicables en otras situaciones y contextos, ese contacto próximo con las vivencias de otros hace parte de la evolución social que nos transporta al futuro. De un lado sobreabundancia y de otro una creciente necesidad de encontrar sentido. Entre esos extremos se plantea esta distinción que, inicialmente, parece obvia, pero que a poco de profundizarla se muestra trascendental para desarrollar mejores relaciones, alcanzar objetivos ambiciosos, lograr un mayor bienestar, satisfacción o felicidad.
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