02/09/2022

Gustavo Mas
Gerente comercial de Milicic
PADE 2013

La duda podría entenderse como algo negativo. El no saber, paraliza. La incertidumbre genera ansiedad. El acaso produce desasosiego, nos saca de balance y absorbe nuestras energías.

Sin embargo, ubicar a la duda en otra dimensión, podría resultar valioso. El preguntarse, como indagación de posibilidades, podría abrir nuevos horizontes. Cuestionarse sobre posturas, creencias y juicios, podría facilitar dinámicas de cambio. Escuchar de forma activa a otros cuando desafían nuestras posiciones, podría permitir nuevos aprendizajes.

El reconocido filósofo René Descartes, hizo una contribución sustancial a la humanidad al forjar la frase “pienso y luego existo”. Como regla mnemotécnica, quizás podríamos ajustar ese dictado a “dudo y luego existo”, otorgándole a la duda, al preguntar y preguntarse, al desafiar e indagar, un lugar de preminencia que inclusive consiga, cambiar la noción negativa que muchas veces asignamos a la postura de no saber.

Abajo les comparto una propuesta de cuatro pasos para incorporar de forma sistemática la duda a nuestro día a día, con el objetivo de capitalizar la contribución que podría tener como “motor” y no fuente de “parálisis” en nuestro acontecer.

La DUDA empieza con D de Decisión

Dar el primer paso. Hacer algo. Cambiar lo que te incomoda, lo que no te gusta, lo que no está dando los resultados que quieres. Conectar con el deseo. De 0 a 10, la diferencia unitaria más importante es llegar a 1, ponerse en marcha, romper la inercia. Abandonar tu sitio de confort. La necesidad es el primer motor humano. ¿Qué necesitas? Puedes no tener la certeza total pero te atreves a pensar que, si cambias algo en tu vida, las cosas podrían mejorar. No es necesario correr. Podrías permanecer un poco con tus ideas, ir y venir con tu imaginación. Toma el tiempo que requiera. Alimenta tu voluntad.

Una U que marca tu Ubicación en el tiempo y el espacio

¿Dónde estás y quien estás siendo? Reconócete a ti mismo. ¿Cuál es tu lugar, tu tiempo, tu mundo? Rescata tu historia, tus cuentos, tu relato. ¿Qué cosas no puedes modificar y deberías aceptar? Tal vez sean pocas, piénsalas en profundidad… ¿Qué sería posible cambiar y podrías emprender? Quizás mucho más de lo que imaginas… Una mirada distinta podría permitirte observar que no todos los problemas se solucionan, algunos se resuelven y otros se disuelven. ¿Cuáles son tus sueños? Dibuja tu mapa de expectativas, considerando que luego la satisfacción dependerá en gran medida de ellas. ¿Cuáles son tus límites y qué sería lo que te limita? Un esquema, haría esto más evidente, por ejemplo “tu círculo”, ¿qué está dentro y fuera de él? Prestar atención a tu cuerpo podría contribuir: tus manos, tus pies, tus piernas y tus brazos, tu cabeza, tu corazón... Activa tus sentidos. Enciende tu “GPS” interno.

La D de Diagnóstico. Las hipótesis que emergen

El proceso de reflexión que conlleva realizar un diagnóstico es, en sí mismo, un aprendizaje. Frente a las diferentes conjeturas que aparecen, sería interesante adoptar una primera postura de contemplación. El “navegar” en tus pensamientos hace parte de esta fase. Juicios que podrían tener fundamentos o no y hechos que podrían ser verdaderos o inexistentes, a veces se mezclan de una forma que nublan la visión.

Compartir e intercambiar ideas con otras personas puede generar confianza pero, al mismo tiempo, expone las limitaciones de recibir consejos emitidos desde otro ámbito y que sean de difícil aplicación. Preguntarse por qué por lo menos 5 veces permitiría, tal vez, llegar a la causa raíz. Al final de este desarrollo, cabe una elección: de las hipótesis que emergen, tomar aquella que te haga más sentido, por la que se incline tu corazón, la que te inspire a moverte.

Terminar con una A de Acción es un gran comienzo

Como decíamos más arriba, el primer paso tiene un enorme valor, el de ponerse en movimiento. La acción puede contribuir a ubicarte en otro espacio, un espacio de posibilidad en el cual las restricciones iniciales se desvanezcan. Integra una secuencia de desplazamientos que pueda tomar forma de plan, “un qué-un cuándo-un cómo”. Realizar pruebas también habilita la evaluación de los resultados y una dinámica de ajuste y aprendizaje. En el transcurso, podrías ir calibrando el largo de tus pasos, el ritmo y adecuar la dirección. Vale también detenerse en el camino y mirar hacia atrás, hacia el punto de origen. ¿Cuáles son tus sensaciones? ¿Puedes ver tu destino más próximo? El registro en una bitácora de viaje podría resultar preciado, en particular para volver a rodar el ciclo de la DUDA de una forma continua.

Los niños suelen tener el “por qué” y el “para qué” más a flor de piel y muchas veces nos desafían con preguntas que, a priori, lucen simples de responder pero no lo son tanto. La invitación final sería entonces volver a actuar un poco como niños, a dejar de lado nuestras certezas y a hacernos las mejores y más profundas preguntas que seamos capaces de elaborar. Un nuevo juego, que podríamos llamar el “Juego de la DUDA”, podría ser el inicio de una renovada forma de ver las cosas y de vivir la vida. ¿Te animas a jugarlo?