Escrito por Fabián Motta Hurtado, EMBA INT
¿Alguna vez has sentido un vacío en la boca del estómago?
Ese que aparece cuando saltas al vacío… Cuando emprendes algo que te importa profundamente… Cuando amas con todo el corazón, sabiendo que puedes perder… Cuando algo que antes te daba seguridad, de repente, ya no está.
Ese vacío, aunque incómodo, no es una falla. Es una señal. Una oportunidad. Una grieta por donde puede entrar la luz.
Porque el sentido de la vida —aunque a veces lo olvidemos— no se encuentra afuera, en el reconocimiento o en los resultados. Está en lo que revelamos desde adentro, desde nuestra historia, nuestra subjetividad, nuestra voz única. Todos vinimos a esta realidad con información que solo nosotros podemos traer a la tierra. Y esa información se activa cuando algo nos sacude.
Todo comienza con una pregunta. Pero no una cualquiera. Una de esas que nunca antes te habías hecho. Una que nace cuando algo en tu vida deja de tener sentido… O cuando el dolor, la pérdida o el caos te obligan a mirar hacia adentro.
Ahí empieza el viaje. Ahí aparece el vacío. Y si sabes interpretarlo, descubrirás que no es ausencia. Es espacio. Es terreno fértil. Es puerta.
Porque en ese momento —cuando todo parece incierto, frágil o inestable— es cuando las energías más altas pueden entrar en tu vida. Y es ahí cuando llega lo importante: la idea que lo cambia todo, el amor que te transforma, la oportunidad que estabas esperando, la certeza que da sentido a lo vivido.
Claro… Cuando no entendemos el vacío, puede convertirse en angustia, desesperación, vacío existencial. Eso nos pasa cuando aquello que nos daba sentido se va: un ser querido, una pareja, una rutina, una certeza. Y sentimos que todo se desmorona.
Pero la clave está en esto: no huir del vacío, sino aprender a habitarlo. Sentirlo. Escucharlo. Confiar en que esa incomodidad es también el inicio de algo más grande.
Porque el sentido de la vida no es algo que se busca afuera. Es algo que se revela adentro… Cuando nos permitimos entrar al vacío sin perdernos en él.