Las empresas nos hemos acostumbrado a medir los éxitos por unas variables llenas de racionalidad. Las hormonas que circulan por el torrente sanguíneo de las empresas se orientan a ratios financieros, variables de ventas, eficiencia interna, productividad, crecimiento entre otras.
Creo que debemos estar muy agradecidos por el mundo que nos tocó vivir. Cuando alguien se lamenta “de lo mal que están las cosas hoy en día” o añora los “mejores tiempos pasados”, me gusta preguntarle: “¿Cuándo estuvimos mejor? ¿En qué época le hubiera gustado, entonces, vivir?”.