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Conversaciones Esenciales Parte IV: Perdonar

Gestión del talento
08/11/2023
Conversaciones Esenciales Parte IV: Perdonar

Gustavo Mas
PADE 2013

Sobre los distintos tipos de conversaciones, en particular las que llamo “conversaciones esenciales”. Lo que cada una pone en juego. Las emociones que emergen. Los riesgos y las posibilidades. Las distinciones que marcan la diferencia. En esta cuarta entrega: Perdonar. Una conversación que parte de una decisión que persigue la superación y del deseo de seguir adelante.

Se funda en una motivación profunda, la de abandonar espacios emocionales negativos para alcanzar la paz y la armonía necesarias para continuar viviendo. En el desarrollo de las cosas pueden aparecer sorpresas. Descubrir que el otro no tenía claras tus expectativas y necesidades, que algo inesperado surgió que le impidió cumplir su promesa o que, simplemente, erró. Un movimiento voluntario que no persigue el olvido. Una acción que eleva la condición de ser humano.

En mi entrega anterior, sobre la conversación esencial de Pedir Perdón, iniciaba el relato diciendo “Errar es humano”, tal cual reza el refrán. Podríamos completar esa frase diciendo “Perdonar es divino”. La invitación en el desarrollo a seguir es la de aportar ideas que alimenten el proceso de humanizar ese cierre y transformarlo en “Perdonar también es humano”.

El perdonar está siempre allí. Es una posibilidad. Puede lucir como un paso difícil de dar, como un abismo imposible de atravesar. Vas hasta el borde, aprecias su inmensidad y te devuelves. Juegas con la idea en tu cabeza y el color gris y la pesadez de un “aire emocional” denso, dominado por el enojo o el resentimiento, te petrifican. En esa batalla interna ayudaría que la otra parte tome la iniciativa, pero la opción de hacer tu movimiento siempre está allí. ¿Cómo darle vida a ese momento?

Entender, ayuda.

Hechos y afirmaciones se baten a duelo con interpretaciones, percepciones y expectativas. Promesas mal definidas y acuerdos mal forjados. Conversaciones a medias. Apuros cotidianos. Una escucha incompleta, no verificada. Todo esto, más un mundo cambiante, acelerado, con peligros y riesgos desconocidos. Un cóctel perfecto para tensionar relaciones personales y comerciales. Imposible prever todo lo que podría suceder.

Entender qué sucedió es el primer deber. Podrías estructurar la reflexión en tres círculos: el ambiente, la relación y tú mismo. ¿Algo del ambiente pudo haber impactado el cumplimiento del acuerdo? ¿Cambió el escenario, se alteraron las variables, hubo alguna disrupción que no pudo preverse razonablemente? En cuando a la relación, ¿existió un acuerdo realmente? La promesa de hacer o entregar, ¿estaba clara para las partes? ¿Las condiciones de tiempo y forma fueron explicitadas? Desde ti mismo, ¿expusiste con claridad tus motivos y necesidades? ¿Aportaste lo que se requería de ti? ¿Estuviste atento a los cambios en el entorno y condiciones que pudieran haber impactado la entrega del otro?

En el fluir de preguntas y respuestas que persiguen el objetivo de alcanzar el mejor entendimiento posible de la situación, es que vale la pena invertir algo de energía y tiempo antes de actuar. Podrías descubrir que las cosas no fueron como se presentaban en primera instancia, que algo cambió e imposibilitó el incumplimiento, que no expresaste con claridad tus expectativas, que más allá de todo, no hubo una aceptación de ambos lados sellando un acuerdo.

Finalmente, cabe preguntarte qué esperas de la relación. ¿Se trata de un intercambio puntual y aislado o el vínculo es más permanente y duradero? ¿La regla que rige el mismo es la transacción o la construcción de la relación?

El tránsito emocional.

Habitar en una emocionalidad de enojo o resentimiento drena energías. Hace fruncir el ceño, ver el devenir con pesadez y teñido de colores oscuros. La mayor aspiración de perdonar y disculpar a otro pasa por el tránsito emocional hacia un espacio de tranquilidad y paz contigo mismo. El gran valor de esta difícil maniobra está justamente en esta aspiración. Cuando pienses si se justifica o no conceder una disculpa, ponte mentalmente en ese escenario futuro, el de haber superado el momento. Tal vez no resulte sencillo pero cabe preguntarte si no es la mejor acción posible.

Te invito a tomar una hoja de papel en blanco. Inicia describiendo la situación. Tal cual exploramos más arriba, registra observaciones en las dimensiones ambiente, relación y personal propia. Luego da vuelta la hoja, la cual se presenta nuevamente en blanco, y enuncia lo que esperas de la relación. Traza una línea. Finalmente, escribe Perdón Si o No y elabora el relato posible de esas dos alternativas de futuro imaginado incluyendo las características emocionales que los caracterizan.

Tienes todo el caso frente a ti. Puedes dar vuelta la hoja una y otra vez. Transitar imaginariamente el desplazamiento. ¿Sientes algo de alivio al considerar la posibilidad de perdonar? Es hora de dar el paso.

No es por ti, es por mí.

Podrías pensar que el perdón o la disculpa, libera al incumplidor, al que ha fallado en cumplir una promesa o un compromiso. En realidad, también libera a quien perdona y disculpa, a quien otorga el gesto y habilita un futuro diferente para la relación. Ese futuro bien podría ser el término de la misma, la cual consideres que no tiene punto de retorno, o quizás la posibilidad de refundarlo sobre bases más sólidas. El incumplimiento luce como una oportunidad dorada para profundizar los lazos de un nexo personal, profesional o comercial. La clave pasa por la forma en que el mismo es gestionado. La oportunidad es alcanzar un nivel de maduración más profundo y estrechar la unión.

Es por esto que elaborar sobre los puntos de qué quieres para ti y qué quieres para la relación resulta importante. Volviendo a la hoja de papel, el Si o el No conducen a espacios diferentes. ¿Cuál te motiva más? ¿Cuál te anima más?

Es posible también que al “desmenuzar” el caso descubras propias falencias, deslices o faltas de tu parte. El escenario del perdón también tiene que ver con tus acciones y omisiones. Reconocerte humano, débil y falible, podría ser parte del aprendizaje personal de todo este proceso y, dejarte después de toda esta introspección, en un sitio más amigable que es el de permitirte perdonarte a ti mismo. Si tu nivel de exigencia fuera alto, talvez esta mirada te demande esfuerzo y auto-crítica para sondear en tu postura, emocionalidad y reacciones, aquellas que podrían haber contribuido a exacerbar los efectos de la situación en cuestión.

Sobre el olvido y la indulgencia.

Resulta relevante destacar dos cuestiones que poco tienen que ver con el perdón y las disculpas. El olvido es la primera de ellas. Olvidar, hacer de cuenta que nada ha sucedido, frente a un incumplimiento o una falla, dista mucho de lo que estamos hablando. Olvidar sería algo así como hacer un pozo y enterrar todo lo que ha sucedido, las causas y los efectos. Ese acto de ocultar o esconder podría no acabar con las consecuencias que genera el sentirse defraudado en una promesa. Lo enterrado estará siempre allí y podría volver a aflorar en cualquier momento y, aunque pueda sostenerse que el olvido comparte con el perdón algunos beneficios, te deja en un encierro, con un aire viciado y no te permite alcanzar tu propia liberación.

Tampoco la indulgencia, entendida como la facilidad para perdonar, disculpar culpas y motivos, es comparable al perdón en su contenido y frutos. El planteo de estas líneas busca darle al posible perdón una profundidad mayor, al tiempo que eleva la condición de ser humano y de la relación. La indulgencia podría cubrir de superficialidad los nexos personales y comerciales haciendo evidente, en el momento en que la paciencia acabe, que no existe aporte de valor genuino o calidad en los mismos que los hagan perdurables en el tiempo.

Dar vuelta la página.

Volviendo al ejercicio realizado, podríamos decir que perdonar es “dar vuelta la página”. Es un gesto y una acción voluntaria que se ubica entre el amor y el odio, el aprecio y el rechazo. Es un movimiento que valoriza la relación y abre el espacio para su construcción. Es entendimiento y reflexión. No es olvido. Dista de ser algo simple y fácil, pero esa dificultad es equivalente al valor que puede generar. Es una invitación a acortar las distancias, a iluminar un vínculo. Es un acto que eleva y trasciende.