Conversaciones Esenciales Parte V: Reconocer

Conversaciones Esenciales Parte V: Reconocer

28/11/2023

Sobre los distintos tipos de conversaciones, en particular las que llamo “conversaciones esenciales”. Lo que cada una pone en juego. Las emociones que emergen. Los riesgos y las posibilidades. Las distinciones que marcan la diferencia. En esta quinta entrega, Reconocer. El aprecio sincero, la valoración del esfuerzo.

Un gesto positivo que sale de ti con destino del otro a quien quieres gratificar. Una demostración de afecto que persigue construir una relación. La confianza que se fortalece. Por obvio, muchas veces omitido.

Un ejemplo claro de una acción que presenta una asimetría entre el costo que significa y el beneficio que genera. El efecto residual de satisfacción y la energía positiva que alimenta el espíritu. Una celebración.

El tema que les propongo abordar hoy es quizás uno de los que surge con más frecuencia en mis conversaciones de coaching desde el punto de vista de la oportunidad para construir una relación sea esta familiar, de amistad o corporativa. En general se identifica como una ocasión perdida, como un gesto omitido, como una posibilidad que se visualiza pero muchas veces se omite.

Se presume que si alguien hizo lo esperado, si un proveedor entregó el producto o prestó el servicio, era pues lo que tenía que hacer. Con la contraprestación de una acción de recepción de lo comprometido o de un precio contractual se daría una respuesta suficiente. Es en este preciso punto que sugiero detenernos y reflexionar.

Si lo que está en cuestión es la construcción de relaciones sanas y duraderas, el reconocer se presenta como un elemento esencial, inclusive porque es una demostración de valoración que podríamos conceder más allá de que los resultados no sean los esperados.

Permite salir del “toma y daca” de una transacción para fortalecer la confianza y el vínculo. Si se concede de forma sincera y oportuna revitaliza la conexión y deja residualmente una energía que expande el pecho. Analicemos entonces este espacio y sus posibilidades.

Para eso te pago.

Tuve un jefe que solía utilizar con frecuencia esta frase. Toda vez que presentábamos un reporte, el resultado de un trabajo o una propuesta. Particularmente la usaba cuando la complejidad de obtener el producto había sido grande o el esfuerzo importante. Es lo que le salía decir.

Tal vez a modo de broma. Pero era lo único que decía. Más allá de una sonrisa de compromiso, muchas veces salí de su despacho pensando si realmente valoraba mi trabajo. Y es que si bien entregar la contraprestación esperada es lo que corresponde, de pronto si solo nos atenemos a eso, estamos perdiendo una gran oportunidad.

En este punto del relato, te invito a detenerte un minuto y pensar en tu día de ayer. ¿Fuiste objeto de una entrega, del cumplimiento de un compromiso, recibiste el resultante de una acción o servicio de otro? Obsérvate en ese instante y recuerda tu reacción. En el espacio del posible reconocimiento, ¿cuánto pudiste avanzar? Yendo un poco más lejos, ¿cuál fue la reacción del otro?

Una faceta interesante de esta conversación es que siempre existe un espacio posible, el cual puede transitarse inclusive más allá de lo resultados, es decir si lo esperado se alcanzó, fantástico, más se justifica y no deberías perder la oportunidad.

Si lo comprometido no se dio, también podría aprovecharse el instante para reconocer el intento y el esfuerzo, abriendo el camino para fortalecer la relación. Podría ser que la falta sea grave y afecte el nexo llevándolo a un punto de no retorno. Aquí la sugerencia sería detenerse para apreciar y distinguir hechos de interpretaciones y juicios propios.

Examinar las características del acuerdo también podría traer algo de luz: de un lado ¿Las expectativas de entrega y desempeño estaban definidas y acordadas para las partes? ¿Sucedió algo a lo largo del proceso que pudiera haber alterado la capacidad del otro para entregar lo esperado? ¿Tu propia necesidad cambió en el transcurso del tiempo, por ejemplo se hizo más urgente o imperiosa?

Hijo mío.

Nuestras hijas e hijos nos observan permanentemente, en especial en la etapa de la vida en que crecen y se desarrollan. Esta relación va cambiando con el tiempo pero es en esos primeros años que el vínculo se forja y el aprendizaje se potencializa. Quienes somos madres y padres caminamos siempre una línea muy delgada entre el ejemplo y la instrucción, el reconocimiento o el regaño.

Y aunque estemos expuestos al error permanente, lo que no está en cuestión es la motivación, el amor incondicional y el deseo de que nuestras hijas e hijos crezcan sanos y fuertes, tanto desde el punto de vista físico como espiritual. Y traigo esta referencia porque es la mejor que encuentro para distinguir relación de transacción.

El que más claramente lo expone. Por otro lado, es un ejemplo que nos suele interpelar profundamente: ¿Cuál es la cuota de reconocimiento o de corrección óptima? Es un dilema cifrado, del cual no existe una respuesta indiscutible ni clara. Quizás lo que ayudaría en esta ponderación sería justamente analizar la ocasión para construir la relación y habilitar progreso y crecimiento.

Los seres humanos, sociales por naturaleza, tenemos una infinidad de vínculos por el simple hecho de vivir en comunidad, más allá de los lazos familiares. Vecino-vecina, jefe-colaborador, alumno-profesor, cliente-proveedor, socio-competidor, etc.

El mundo hiperconectado en el que vivimos ha multiplicado los lazos e inclusive podría ocurrir que perdamos la dimensión real del impacto de nuestras acciones u omisiones. En cada uno de ellos valdría la pena detenerse un instante para pensar el impacto de un posible reconocimiento, en particular en las situaciones en que se verifique la realidad de la construcción de la relación y no de una simple transacción.

Partiendo del ejemplo de nuestras hijas e hijos tendremos una clara noción del impacto de reconocer. Y ante la duda, plantéate seriamente dar el paso, quizás tanteando el terreno de a poco, admitiendo que esta duda podría dar lugar a entender si alguna cuestión vinculada al acuerdo pudo haber sido determinante en la percepción del desempeño, tal cual detallamos más arriba.

Se vive como se siente.

Las emociones nos condicionan de forma permanente. Los estímulos que recibimos del ambiente y de nuestras relaciones definen el color de los momentos. Independientemente del estado de ánimo más frecuente en el que habitemos, el impacto externo influencia de manera determinante nuestra emocionalidad.

La conversación que estamos analizando tiene el potencial de ser un estímulo positivo, de generar un ambiente expansivo, de producir una energía y una luz que ilumine las posibilidades de crecer y de hacer más. Incorporar o fortalecer esta noción es relevante.

La confianza es la amalgama que permite construir relaciones duraderas. Y el reconocimiento es un elemento que, sin lugar a dudas, coadyuva a dicha construcción.

La valoración del otro aparece en centro de la escena, crea un momento de expansión y posibilidades. Gratifica e impulsa. Tonifica y revaloriza. Y justamente es esa valoración, positiva, la que hace esa “magia”. Reconocer es decirle al otro “eres importante para mí y valoro eso”. Tengo registro de tu esfuerzo y lo reconozco.

Las personas tenemos un deseo imperioso de ser valorados y reconocidos relacionado con la necesidad de pertenecer, en el sentido de ser aceptados en los distintos ámbitos sociales en los que actuamos. Ese sentido de pertenencia es el que se pone en juego, entre otras circunstancias, en las conversaciones de reconocimiento.

Desde el cuerpo sería un abrazo, una sonrisa, un gesto de aprobación con pulgares arriba, promovidos desde el respeto, la apertura y la sinceridad. Promueve acortar las distancias, aumentar la proximidad y la energía de los vínculos.

Baja las barreras y habilita posiciones menos defensivas. Suele sentirse bien en el pecho, en los brazos y piernas. Como que se es más fuerte y se puede más. Perdura en el tiempo, deja un efecto residual y una reserva de “créditos” en la relación que puede facilitar momentos difíciles a enfrentar en el futuro.

La oportunidad es clave.

La ocasión tiene carácter fundamental. Y aunque podríamos estar de acuerdo que, aunque tardío, el reconocimiento es valioso, el momento justo multiplica el impacto.

Y aquí traigo la idea expresada más arriba de la asimetría: muchas veces el costo o el esfuerzo de reconocer es proporcionalmente opuesto al efecto que produce. Por eso la invitación es a no dejar pasar la oportunidad y a multiplicar el impacto.

Si el cuándo es importante, el cómo también lo es. Si le damos un carácter banal, también estaremos desperdiciando la ocasión. Muchas veces parar unos minutos será suficiente.

Encontrar el lugar adecuado podría ser trascendente. La clave sería minimizar las interferencias para que el espacio resulte enriquecedor. Para que el “ruido” cotidiano no opaque las reacciones y se saque partido de la emocionalidad positiva, donde se favorezca la apertura y la comunicación fluya.

Ahora bien, el reconocer, así como el agradecer, son conversaciones que siempre están disponibles. Podría suceder que entiendas un comportamiento, una situación después de algún tiempo.

Que esas expectativas y acuerdos que tenías o el desarrollo de los eventos te haga ver con mayor claridad algo que no observaste en el pasado. La invitación entonces sería a abandonar tu postura y salir hacia el otro con el propósito de reconocer.

El tiempo perdido podría ganarse en términos de una relación más provechosa a futuro. El pasado no permite volver las cosas atrás pero su reinterpretación podría abrir un espacio fructífero hacia adelante.

Una celebración.

Podríamos hacer una analogía entre reconocer, celebrar y redescubrir la energía que la misma genera en el ambiente y en las conexiones humanas. La vida se presenta como un banquete, como un espacio en el cual el agasajar es siempre una posibilidad.

Si el propósito es la construcción de las relaciones, el reconocimiento es una oportunidad para valorizar los vínculos y apostar a un futuro mejor. Un futuro con una emocionalidad expansiva y rica que abre los espacios de colores más brillantes y de apreciaciones venideras, todo encerrado en un movimiento que está siempre allí, disponible y habilitado para que lo tomes.

¿Que son conversaciones esenciales?

Son aquellas que se dan en momentos importantes, en instantes de definición. Aquellas que tienen la potencialidad de cambiar, de transformar la realidad, las posibilidades y los riesgos.

Pueden presentarse cubiertas de trivialidad sin embargo, podrían acabar siendo difíciles de iniciar, de sostener y de conducir hacia una conclusión efectiva.

Son conversaciones en las que nos ponemos en juego como personas, con toda nuestra humanidad, frágil y poderosa al mismo tiempo. Son intercambios en los que el diseño previo y la preparación tienen su papel, pero que a veces demandan flexibilidad y adaptación porque están cargadas de una emocionalidad que puede copar el momento.

Distinguirlas y valorizarlas en toda su potencialidad, es un ejercicio de permanente aprendizaje. Cada día presenta un sinnúmero de oportunidades para llevarlas a la práctica y crecer como personas.

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