
La virtud del error
15/11/2025
Carlos Francisco Restrepo Palacio
PDD de INALDE
Recuerdo un dolor de muela en la infancia: primero fue una molestia, luego un dolor insoportable. Por miedo al odontólogo, lo callé hasta que no pude más. Al final, perdí la muela… pero no aprendí. Años después, otro diente sufrió un destino similar. Claramente, el primer error no me enseñó.
Los errores son como ese dolor de muela: incómodos, inoportunos, pero también llenos de potencial. Algunos son pequeños y fáciles de ignorar; otros, ruidosos, costosos o molestos. Nos sacan de la zona de confort, generan miedo al fracaso y nos invitan a actuar apresuradamente. Pero también pueden ser fuente de descubrimiento.
Te puede interesar: "La peor ineficiencia es la ineficacia - INALDE Business School"
Ejemplos históricos lo demuestran. El famoso Post-it de 3M surgió de un error del científico Spencer Silver, quien omitió un compuesto en un potente pegamento. Lo que parecía un fracaso devino en uno de los productos más exitosos de la compañía. Alexander Fleming, al olvidar muestras de bacterias expuestas, descubrió por accidente el moho que dio origen a la penicilina.
Errores similares dieron origen a la vulcanización del caucho, las hojuelas de maíz, la sacarina, el vidrio de seguridad o el marcapasos. En todos esos casos, la clave no fue el error en sí, sino la actitud frente a él: en vez de ocultarlo o desecharlo, sus protagonistas se preguntaron qué podían aprender.
Recomendado para ti: "Distinciones: Útil y valioso - INALDE Business School"
No todos los errores son celebrables. El mundo empresarial está lleno de decisiones que hoy parecen absurdas: Western Union rechazó el teléfono de Bell en 1876; Decca Records a los Beatles en 1961; HP desestimó a Steve Jobs y Wozniak en cinco ocasiones. Más de once editoriales rechazaron a J.K. Rowling.
La diferencia entre un error constructivo y uno destructivo no está en el error en sí, sino en la forma en que se afronta. El error tiene virtud solo si se aprende de él. Y el rol del líder es clave en ese proceso: su actitud frente al error influye no solo en él, sino en toda la organización.
Si el líder actúa desde el miedo, señala culpables, genera excusas o personaliza el error, crea un ambiente de desconfianza. Cada persona se vuelve un juez de los demás. El miedo al castigo frena la iniciativa, se ocultan fallas, se bloquea el aprendizaje. Se crea una cultura de prevención, donde el error se vuelve enemigo.
Sigue leyendo: "Inteligencia artesanal - INALDE Business School"
Pero si el líder reconoce sus propios errores y actúa con apertura y solidaridad, se promueve la reflexión colectiva. Se analizan causas, se exploran soluciones, se construye aprendizaje. No es cuestión de permisividad, sino de distinguir entre el error, sus causas y sus consecuencias, y actuar con el criterio: “duro con el problema, suave con la persona”.
Por supuesto, si un mismo error se repite sistemáticamente, o si surge de negligencia y causa daños graves, se deben asumir consecuencias. Y es importante distinguir el error de la mala intención: el primero es involuntario; la segunda, no.
En una cultura que aprende del error, las fallas bien gestionadas son tan valiosas como la innovación. Cuando se dan las condiciones adecuadas, el error puede ser fuente de disrupción y crecimiento. Un líder sabio entiende que tiene más mérito quien se arriesga y falla, que quien no se atreve por miedo.
Te gustaría: "Distinciones: Reflexionar y procrastinar - INALDE Business School"
Steve Jobs lo expresó así: “Grandes artistas como Dylan, Picasso y Newton se arriesgaron al fracaso. Y si queremos ser grandes, debemos arriesgarnos también”. Y Bill Gates lo refuerza: “Está bien celebrar el éxito, pero es más importante tomar nota de las lecciones del fracaso”.
Cambiar nuestra actitud frente al error no es fácil: están involucradas emociones, expectativas y miedos. Confundimos felicidad con perfección. Pero como afirmó Estanislao Zuleta en su “Elogio a la Dificultad”, buscamos una vida sin sombras, cuando lo verdaderamente humano es desear relaciones inquietantes, que nos hagan crecer.
Exclusivo para ti: "Sanas intenciones - INALDE Business School"
La felicidad no está en la perfección, sino en la búsqueda del propósito. Cada error, cada fracaso, cada dificultad es una estación más en ese camino. El verdadero fracaso es vivir sin propósito. Por eso, como escribió Borges: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima cometería más errores”.
Yo he cometido muchos. He tenido mi cuota de dolores de muela. Pero no cambiaría mi camino. Porque en cada error he encontrado sabiduría, y en cada bache, la oportunidad de crecer.
Tu próxima lectura: "Cazando oportunidades - INALDE Business School"
Últimas Noticias
Distinciones: Datos vs historias
En un mundo saturado de información, descubre por qué necesitamos tanto los datos como las historias para interpretar la realidad, decidir mejor y diseñar nuestro futuro, de la mano de Gustavo Mas, PADE de INALDE.
La virtud del error
Descubre cómo la actitud del líder frente al error puede convertir los fracasos en aprendizaje, innovación y crecimiento personal y organizacional.
La peor ineficiencia es la ineficacia
La verdadera ineficiencia no está en gastar más, sino en no lograr el resultado. En este artículo, Carlos Restrepo, PDD de INALDE, explica por qué la eficiencia siempre debe estar al servicio de la eficacia.