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La coma, el valor de una pausa

Revista INALDE DigitalBlog Alumni
12/07/2023

Gustavo Mas
Gerente comercial de Milicic
PADE 2013

De la serie signos, les comparto algunas reflexiones sobre la coma, hacer una pausa y detener la marcha por un instante. Desde las palabras hasta el impacto en el cuerpo. Un significado diferente que emerge. El silencio de unos segundos que descubre una distinción. La relajación que habilita una respiración diferente y el espacio de reflexión que promueve aprendizajes.  Impulso para seguir.

La coma es el signo de puntuación que menor nivel de pausa genera en un texto. En algunos casos, su uso es libre y dependerá de la intención del autor al expresar una idea. En otros, en cambio, usarla es obligatorio para favorecer la correcta interpretación de un enunciado.

Ya en la esfera vital, la coma, podría asociarse al valor de hacer un pequeño alto en la acción. Al igual que en un texto, detenerse por un instante podría habilitar una reflexión que permita dar sentido, tomar conciencia y habitar el momento con cuerpo y alma.

Desactivar el piloto automático.

La vida es movimiento, es acción. Estamos acostumbrados a iniciar las jornadas con energía, rutinas y apuros. Son esas mismas rutinas las que nos permiten hacer más cosas, con menor esfuerzo y más rápidamente. La planificación insume energía que luego se capitaliza en la citada eficiencia. Todo marchando, todo yendo.

Pero esta dinámica podría hacernos perder referencias, aquellas que tienen que ver con lo que sucede a nuestro alrededor mientras actuamos de esa forma. En un extremo, el fenómeno de “piloto automático” podría enfrentarnos a ciertos peligros. Es común ver personas caminar por la calle imbuidas en sus mundos, aisladas en la música de sus auriculares o en los textos y audios de los mensajes en sus teléfonos celulares, casi como anulando la percepción de otros estímulos, y que llegan a cruzar una calle sin mirar exponiéndose a sufrir un accidente. En este ejemplo sencillo puede apreciarse el valor de parar, mirar a uno y otro lado, antes de dar el salto y atravesar la vía.

Ese actuar más consciente puede perfeccionarse, principalmente, a partir de la valorización de lo que aporta. Me explico, como decíamos más arriba, la parada antes de cruzar una calle y observar si viene algún vehículo, es fundamental para evitar un riesgo. La pausa al expresar una idea puede hacer más claro tu pedido. El lapso en que dejas de hablar para escuchar con atención al otro, podría ser la clave para percibir adecuadamente el mensaje o evitar un malentendido. Es decir, una pausa, una coma, puede dar significado a una situación. La interrupción momentánea en el fluir de los acontecimientos y de las conversaciones coloca en primer plano al silencio.

En general, tenemos claro el poder de las palabras pero solemos ponderar menos el que contiene el silencio. Y es que callar en el momento apropiado es de una potencia enorme. El foco pasa automáticamente a los otros sentidos como la escucha y la mirada y a la observación del entorno. Se crea la oportunidad para distinguir algo que, de otro modo, hubiera resultado menos evidente o, directamente, pasado desapercibido. Además, se abre el espacio a la reflexión, el cual no solo propicia la toma de conciencia de la que hablamos, sino también el aprendizaje.

El foco en la respiración.

La respiración como proceso biológico de los seres vivos aeróbicos, igualmente nos trae algunas nociones interesantes sobre la cuestión que estamos abordando. La misma tiene tres fases: la inspiración, la pausa y la espiración. Si, efectivamente, la pausa hace parte de este proceso. Podríamos pensar que la respiración es automática. La mayoría del tiempo, no tenemos noción de nuestra propia respiración, sin embargo ésta no cesa. Ahora bien, el llevar la atención en determinadas situaciones a la respiración podría ser provechoso.

En una instancia de agitación por ejemplo, forzar inspiraciones más profundas, retener el aire unos segundos y luego espirarlo con lentitud y de manera prolongada, tiene la capacidad de producir una reducción de la frecuencia cardíaca y de la tensión arterial. Es decir, es posible alterar un estado de inquietud y excitación actuando sobre la respiración y su ritmo. Nuevamente, vuelve el punto de la conciencia, de ubicarse en la coyuntura actual y lo que esta pide. Si buscamos algo de tranquilidad la respiración es una herramienta muy importante.

Hace algunos años realicé unas sesiones de mindfulness. Al principio, me extrañaba mucho que, en determinados ejercicios, la instructora colocara tanto énfasis en la respiración. Era notable la cantidad de términos que asociaba a las instrucciones sobre respirar: “respiren profundamente”, “respiren gentilmente”, “concédanle a su cuerpo la gracia de una respiración amable”.

En los intercambios con otras personas noté algo que también me había ocurrido a mí: como estaba enfocado en seguir las orientaciones, en la búsqueda de la relajación y de alcanzar las posiciones corporales recomendadas, me olvidaba de respirar. La voz de la instructora, insistente, promovía que no dejáramos de hacerlo o que lo hiciéramos de una forma determinada para alcanzar el estado deseado.

Una pausa activa.

De hace algún tiempo, se le ha dado mayor importancia a los recesos, al movimiento y a la relajación en el ámbito laboral. Con el nombre de pausa activa se identifican pequeñas interrupciones en las que se promueven movimientos y posiciones para aliviar contracciones musculares, activar las articulaciones y alcanzar un nivel de calma. Alejarse del lugar de trabajo para hacer una caminata corta incluso es altamente recomendable. Hasta si fuera posible acceder a un lugar tranquilo, podrías experimentar un breve sueño o lo que en inglés se denomina “power nap”, que no es más ni menos que una siesta de unos minutos, con comprobados efectos positivos como la recuperación de energía y el aumento de la concentración.

“Me tomo cinco minutos, me tomo un té” es una frase que popularizó La Virginia, una marca argentina de infusiones. Más allá de los efectos conocidos de ciertas hierbas en el organismo, esos cinco minutos se presentan como un intervalo en la monotonía que multiplica dichos beneficios. El ritual de levantarse de la silla, de caminar hacia otro lugar, de distraerse de la tarea, es lo que contribuye a distender presiones y bajar el nivel de estrés.

Las actividades lúdicas, asimismo, son reconocidas por su capacidad de proporcionar diversión, distender y disminuir la ansiedad. Mucho se ha escrito sobre los beneficios de “jugar” entre los cuales se cuenta el de obtener placer y distracción, sensaciones que se generan principalmente al enfocarse en esa actividad, haciendo abstracción de todo lo demás. Durante el período en que el afán está puesto en la interacción que plantea el juego, el tiempo suele transcurrir casi sin que lo notemos.

Si la dinámica impone movimiento y acción, el aumento de las pulsaciones y de la oxigenación producen a su vez un “efecto químico” dejando el cuerpo energizado y la mente despejada. Futbolines o metegoles, tenis de mesa o ping pong, pelotas, tableros de encastre y de ajedrez, entre otros, son materiales de reciente incorporación a los ambientes laborales. Un capítulo aparte podríamos desarrollar acerca de los beneficios de jugar con nuestros hijos como también sobre la relación con nuestras mascotas más queridas. Tal es la evolución y la aceptación de estos factores que se habla de “espacios más amigables de trabajo” en los cuales no es extraño observar la presencia de estos seres acompañándonos en el quehacer cotidiano.

Salir de la rutina incorporando un nuevo hábito.

Podría verse como incoherente pero en realidad no lo es. Cuando una rutina nos agobia, muchas veces es difícil salir de ella para conseguir un alivio. Incorporar un nuevo hábito podría ayudar. Te invito a hacer el siguiente ejercicio.

Piensa que tus labores diarias consisten en ir de un punto a otro, de A a B por ejemplo o, también podría ser mantenerte en un punto A desarrollando una actividad, o sea inicias el día en A y al final del día debes lograr un desempeño consistente en dicho punto. La regla que te aporto para la construcción del hábito es que pienses en la coma, en la pausa, como una necesidad. Fija tu atención en la C de la palabra coma. Una coma empieza con C. Toma una hoja de papel en blanco y dibuja una C grande. En el extremo superior de la letra puedes escribir una A y en el inferior una B o los puntos de partida y llegada del ejemplo en cuestión.

Si fuera el otro caso que comentamos, una A y otra A o la descripción de la situación que aplique. De pronto, ir de A a B o persistir en el punto A a lo largo de la jornada se presente como difícil de sostener. Esta sensación quizás pueda representarla el vacío que hay entre los extremos de la letra C. Ahora recorre un camino distinto, de un punto al otro, pero no a través del vacío sino del trazo de la C. Al llegar a la mitad es como que te has alejado un poco del inicio, algo así como haber dado un paso atrás.

Detente allí. Elabora entonces sobre qué cosas te harían sentir bien en ese momento. ¿Alejarte del sitio de trabajo por unos minutos? ¿Un ritmo de respiración diferente? ¿Una actividad que te distraiga o una pequeña desconexión que te otorgaría un cambio de ambiente? ¿Un juego? Escribe. Deja un registro. Ahora piensa en retomar el trazo de la C hacia abajo para llegar a B o al mismo punto A en el que la obligación te impone permanecer.

La idea de racionalizar lo que necesitas tiene el efecto de alcanzar una nueva distinción. Por un lado, qué es lo que te haría sentir bien, estar mejor. Por otro, registrar las acciones que podrían ubicarte en la condición que necesitas. Pensar, ciertamente, es construir acción y la reflexión que habrás producido será un aprendizaje y el comienzo de un proceso de cambio y transformación.

Es un instante para reconectar contigo mismo. Es un momento para detener la rutina y resignificar tu presente a partir de una simple pausa. Es una invitación para buscar una respiración diferente que te relaje o para emprender la cruzada de construir un hábito que incluya paréntesis poderosos y energizantes. Prueba, intenta, experimenta. Encuentra el sentido y aprecia el valor de hacer un alto en la marcha. Regálate esa posibilidad. De pronto te sorprenderán los colores que afloran de la realidad al volver a abrir tus ojos luego de un descanso. El impulso que se renueva para seguir adelante.