Gustavo Mas
PADE 2013
Sobre los distintos tipos de conversaciones, en particular las que llamo “conversaciones esenciales”. Lo que cada una pone en juego. Las emociones que emergen. Los riesgos y las posibilidades. Las distinciones que marcan la diferencia. En esta tercera entrega Pedir Perdón. Admitir cuando erras es el primer movimiento. Entender que has impactado a otros con tu error y pedir perdón o disculpas es un salto.
Cómo tomar valor y hacerlo. Desde reconocer que eres humano y que puedes errar, hasta tratar a los demás como te gustaría ser tratado. El tránsito de un momento difícil pero que, a depender de cómo lo gestiones, tiene el poder de estrechar una relación. Una liberación que trae alivio y reparación.
Errar es humano, reza el refrán. El equivocarse hace parte de la condición humana. Errores involuntarios, fallas de cálculo, desvíos evitables que no se anticiparon, riesgos mal evaluados. Caben tanto acciones como omisiones e inclusive palabras mal utilizadas o las correctas pero en un momento inoportuno. El impacto del fallo muchas veces se percibe al instante. Otros, en cambio, toman tiempo en manifestarse.
Es posible que el equívoco en el que has caído solo empiece y termine en ti mismo. Es decir, en este caso, tú serías el único afectado por el desliz. Ahora bien, dado que todos somos actores de un complejo tejido social, es muy probable que tus yerros tengan el potencial de impactar a otros.
Y aunque admitirse humano y falible podría ser útil para calibrar adecuadamente tu nivel de autoexigencia y frustración, el verdadero partido de esta conversación se juega en la relación con otros. En estos planos es que se ubica el desarrollo de la cuestión que hoy planteo: el Pedir Perdón.
El descuido que puede cambiar tu vida.
Si al final de tu jornada te preguntara sobre todas las cosas que has hecho en el día, desde la más sencilla hasta la más compleja, seguramente el listado sería muy largo. Si además identificarás con una cruz todas aquellas que impactaron, condicionaron o facilitaron la acción de otras personas, probablemente serían la mayoría. Es de esta forma que vivimos estos días en un mundo interconectado. En la familia y en la empresa. En el espacio de tu comunidad y en el círculo de tus amistades más próximas.
El ejercicio podría continuar con una tercera etapa en la cual podrías identificar si eras plenamente consciente de ese impacto, condicionamiento o facilitación que irías a producir a la acción de otras personas con tus comportamientos. ¿Has hallado alguna vinculación que te ha llamado la atención? ¿Identificas un accionar que tal vez haya estado lejos de la expectativa o necesidades del otro?
Finalmente, si quisieras cerrar el círculo de esta reflexión y aprendizaje, podrías promover una conversación y analizar la situación con la otra persona. ¿En qué medida tu actuar contribuyó o perjudicó al otro?
En la búsqueda de aprovechar el tiempo, hacer más cosas, ser más eficientes y reducir costos, muchas veces abandonamos el estado de plena conciencia, en el sentido de ponderar el efecto que producimos en otros con nuestro accionar. Si no consigues detener esta inercia, por lo menos cabe reconocerla y mantenerse atento a los posibles descuidos que podrían cambiar tu vida.
Si asumimos que es imposible evitar errar en alguna situación, tener noción del error si es inexcusable. Las disculpas y el pedido de perdón se imponen para habilitar un nuevo espacio en las relaciones.
Difícil es comenzar pero más difícil es hacerse cargo.
No resulta sencillo admitir un error. Muchas cosas se ponen en juego con esa actitud. El no saber, el reconocerse incompetente, las consecuencias sobre la relación o en el propio futuro laboral.
Cabe preguntarse entonces, qué quieres para esa relación, que expectativas tienes para con el otro y qué imagen quieres construir de ti mismo. A partir de estas definiciones, podrías comenzar con el primer paso, un movimiento que es difícil, el de tomar la iniciativa de pedir perdón o disculparte.
Buscar la oportunidad adecuada para hacerlo es clave. Dar contexto a la charla es fundamental. Abordar las propias inquietudes y las del otro es relevante. Sería recomendable no entrar en un intercambio de excusas, justificaciones y condicionamientos. El verdadero pedido de perdón es incondicional.
El segundo paso, más difícil aún, es indagar sobre los impactos y los costos generados. Si, efectivamente, el pedido de perdón lleva junto el resarcimiento de los daños, de los perjuicios y de las necesidades insatisfechas. Esta parte es fundamental y es la que permite transformar un mal momento en una oportunidad única de fortalecer el vínculo.
Cuando dudes acerca de dar este paso, revisa en tu memoria e identifica momentos en los cuales hayas podido avanzar con estos dos movimientos y elabora sobre la calidad de dicho vínculo antes y después. Tal vez puedas descubrir que, al final, no fue fácil pero valió la pena.
La reacción del otro. La confianza a prueba.
La confianza es el elemento que amalgama la construcción de las relaciones. Se construye con el tiempo. Puede partir de un aporte inicial, de un “crédito” que se suele otorgar basado en la buena fe, pero luego necesita alimentarse con la satisfacción recíproca de expectativas, con un dar y un recibir genuino, con un intercambio virtuoso que se genera a partir de la valoración de que, un otro mejor, hace crecer a uno mismo como persona.
Por ejemplo, un intercambio comercial exitoso solo puede sostenerse con pilares de reciprocidad. Es casi un hecho que la confianza se pone a prueba luego de cometer un error. Pero lo más importante no es esta idea sino lo que haces a partir de ese punto.
Si bien está en tu dominio el pedido de disculpas, no controlas en absoluto la postura y la reacción de la otra parte. Aunque no debería condicionarte, es importante elaborar sobre esta cuestión y preparar previamente la conversación.
El objetivo sería poder fluir desde ese inicio planteado más arriba hasta el posible resarcimiento. La sinceridad es un elemento excluyente. El momento y la oportunidad también. En algún caso delicado, podría ayudar tener la colaboración de un facilitador. También podría ser valioso imaginarse el intercambio en etapas, con una cierta progresividad que ayude a procesar los que es dicho y todo lo que conlleva.
Un párrafo final para el respeto. Respetar que el otro puede reaccionar como no esperas. Respetar la individualidad y autonomía del otro, que tiene sus propios intereses los cuales podrían haber resultado afectados por tu accionar.
Ese respeto, combinado con la necesaria sinceridad y la apertura suficiente para admitir que, eventualmente puedas no llegar a rescatar la relación luego de tu fallo, son los componentes clave para sostener el impulso. Parecería ser “un salto sin red” pero es lo que cabe. Aquello a lo que aspiras es ser perdonado o disculpado y vale la pena el riesgo.
El miedo y la culpa. Emociones y obstáculos.
Esta conversación esencial está muy atravesada por estas dos emociones. Aún sin mencionarlo, ya hemos introducido el aspecto del miedo al hablar más arriba de la dificultad de dar el primer paso, de reconocerte falible, de asumir las consecuencias del propio desacierto. Ese temor es el que podría inhibir la conversación y hacerte rehuir de la misma.
La culpa, por su lado, es una emocionalidad que suele construirse a partir de un juicio de haber hecho algo mal y eventualmente habilitar un castigo o una reparación. ¿Cómo podrías superar los obstáculos a pedir perdón que imponen estas dos emociones? Lo primero sería no negarlas, reconocerlas, abrazarlas.
Están allí presentes, hacen parte del momento. El miedo podrías inclusive explicitarlo, hacerlo parte del inicio de la conversación, integrando el contexto que plantees. Es posible que su carga vaya disminuyendo en la dinámica de la conversación, si esta fluye adecuadamente. Respecto de la culpa, podrías primero intentar verificar tu propio juicio en la indagación junto al otro. No sería extraño que algo que consideras grave, haya sido experimentado de forma diferente por la otra persona.
Luego, la culpa podría encontrar alivio en la reparación de las consecuencias de tu error. En el ir y venir de las emociones, se esbozan las páginas de nuestras vidas. La aspiración de obtener el perdón o las disculpas, es a su vez la aspiración de ubicarte en otro espacio emocional, el de la liberación, el de la paz y esta es la mayor motivación para enfrentar y superar los obstáculos que el miedo y la culpa edifican.
Un acto de grandeza.
Pedir perdón o disculparse es un acto de grandeza. Hacerse cargo de los perjuicios del propio error es necesario y sanador. Ser perdonado es aspirar a alcanzar una liberación que trae alivio y reparación. El tamaño de esta contrapartida se equilibra con la dificultad de iniciar el tránsito de asumir haberse equivocado y cargar con las consecuencias.
Fortalecer las relaciones es una posibilidad concreta. Construirse como mejor persona y cabal ser humano es el anhelo. Ante la duda, da el paso. Frente a la incertidumbre por la reacción del otro, toma la iniciativa. Finalmente, no desaproveches nunca la oportunidad que habilita haber cometido una equivocación para aprender y ser mejor.
¿Que son conversaciones esenciales?
Son aquellas que se dan en momentos importantes, en instantes de definición. Aquellas que tienen la potencialidad de cambiar, de transformar la realidad, las posibilidades y los riesgos. Pueden presentarse cubiertas de trivialidad sin embargo, podrían acabar siendo difíciles de iniciar, de sostener y de conducir hacia una conclusión efectiva.
Son conversaciones en las que nos ponemos en juego como personas, con toda nuestra humanidad, frágil y poderosa al mismo tiempo. Son intercambios en los que el diseño previo y la preparación tienen su papel, pero que a veces demandan flexibilidad y adaptación porque están cargadas de una emocionalidad que puede copar el momento.
Distinguirlas y valorizarlas en toda su potencialidad es un ejercicio de permanente aprendizaje. Cada día presenta un sinnúmero de oportunidades para llevarlas a la práctica y crecer como personas.