Distinciones: Reflexionar y procrastinar

Distinciones: Reflexionar y procrastinar

17/09/2025

Gustavo Mas
PADE de Inalde

La acción y el movimiento son reflejos vitales. El cambio y la transformación también. La quietud y la falta de circulación muchas veces nos generan preocupación, es más, la falta de decisión, de tomar un curso frente a una situación que la demanda, podría verse como algo negativo. Sin bien ser oportuno es uno de los criterios clave del buen decidir, no siempre la respuesta inmediata es lo más adecuado.

Entrar en un espacio de reflexión es a veces necesario, mandatorio. Cuanto mayor sea lo que hay en juego, más productiva resulta la elaboración de una determinación. La reflexión, además, es uno de los mecanismos de aprendizaje más preciados que tenemos los seres humanos. Otra cosa es procrastinar. Posponer o aplazar tareas o cuestiones importantes y, en su lugar, realizar otras menos relevantes, de forma consciente, es lo que define este comportamiento. Aun sabiendo que esa sustitución producirá impactos negativos, seguimos adelante.

Si ubicamos en un extremo el miedo como causal y en el otro una mala gestión del tiempo, entre estas dos conductas pueden aparecer varias otras que alimenten la postergación. Relaciones personales y profesionales se ven impactadas por un comportamiento que se demora o por una entrega que no llega. Esa evasión voluntaria, que no resulta ser el mejor remedio, solo empeora los estados y los vínculos.

Distinguir entre elaborar y trabajar sobre una postura, una respuesta o una resolución, tomarse el tiempo necesario para juzgar adecuadamente acciones e impactos y procrastinar, es relevante. Tal vez, apartarse un poco del problema o dilema a resolver podría ser una buena estrategia. Además, una emocionalidad negativa puede no conducir a la mejor reacción instantánea. Acerca de esta distinción trata esta sexta entrega que se despliega a seguir.

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Verdad o consecuencia

La realidad muchas veces se nos presenta como un juego. Podríamos hacer una asociación práctica con el juego de mesa “verdad o consecuencia”. Responder con sinceridad o realizar una acción desafiante o embarazosa son opciones frecuentes. Confrontados con la disyuntiva de enfrentar la realidad o emprender la retirada, existe la posibilidad de abrir el espacio de la reflexión. De pequeños, comenzamos a aprender imitando.

Luego la educación formal nos aporta conceptos en un proceso que, en sus distintos niveles, toma años. A su vez, el transcurso vital nos nutre de experiencias. Cuando alcanzamos la madurez es que incorporamos la reflexión como mecanismo didáctico. Ese proceso mental de pensar con detenimiento las cosas, vinculando conocimientos y experiencias, las causas y sus efectos o consecuencias, los recursos y las necesidades, entre otras consideraciones, es un fenómeno netamente humano.

Desde afuera de uno mismo podría parecer que nos estamos evadiendo, que estamos escapando. Lo que está sucediendo, en cambio, es que estamos asignando todos los recursos cognitivos para definir el mejor curso de acción, el más efectivo, el que mejor se acomoda a lo requerido o el que simplemente estamos en condiciones de implementar. A los efectos de nuestro análisis, cabe preguntarse sobre los impactos de una postergación.

Podría ser el caso en que no sea viable. Sin embargo, siempre es posible tomar un tiempo. Puede ser apenas un instante. Considera la analogía del minuto en el basquetbol. Podría parecer insignificante, pero devenir extremadamente valioso. Levántate de la mesa. Sal de la sala. Respira profundo. Cierra los ojos. Haz esa pausa que te ilumine. Activa una consulta con otra persona a quien le asignes autoridad para entregar un juicio. Se trata de promover un diferimiento con sentido, con la motivación de ubicarte en un mejor estado para decidir.

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Las emociones condicionan

Las emociones son uno de los elementos que alientan a procrastinar, en particular el miedo, promueve la evasión, el escape de sitios o momentos que nos incomodan. Buscar el balance emprendiendo temas menos importantes o que nos otorguen satisfacción o placer es una manifestación usual. De ser así, a pesar de tener consciencia de los impactos negativos que esa huida puede generar, estaremos en problemas.

Por más que desertemos o nos ocultemos, la necesidad, la realidad o la cuestión permanecerá allí. Es más, la abstracción física no garantiza que el dilema desaparezca y nos atormente implacablemente. Enfrentar la situación se impone. Identificar las causas o propulsores de la emocionalidad negativa que nos invade sería la estrategia por seguir.

Si fuera miedo, pregúntate qué lo está produciendo. En un paso siguiente de análisis, explora los mecanismos de confianza que habilitarían salidas. Conocer más, contar con recursos físicos o materiales que no tienes o adquirir nuevas competencias, son algunos ejemplos. Si has llegado hasta aquí, probablemente comiences a identificar acciones que funcionan como antídotos para superar tus temores. Examina también la dicotomía afirmaciones y juicios. Indaga sobre qué cosas son realidades incontestables y cuales son interpretaciones de la realidad. Ten el coraje de descartar los juicios infundados o que provienen de personas a quienes no asignas autoridad.

Lejos de posponer una respuesta, te sorprenderás construyendo la mejor resolución. De otro lado, si la abstracción temporal contribuye a tu paz interior, ve por ella entonces. Renovarte emocionalmente te dará serenidad. Desde afuera podría entenderse como una dilación. Parado en tus zapatos se tratará de un ejercicio potente y valeroso de enfrentar la dificultad con una preparación más acabada.

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Ganar tiempo

Una de las asociaciones más comunes del procrastinar es la pérdida de tiempo. Es el fruto inmediato del retraso voluntario, autoimpuesto, de una tarea que podrías haber realizado. La provocación que podrías admitir es cuestionarte acerca de cómo, la prórroga que eliges te aportaría tiempo útil para un decidir más ponderado, transformando esa aparente pérdida en una ganancia. Parecería un absurdo, que gastando o aplicando tiempo puedas ganarlo. Sin embargo, vale la pena este razonamiento.

Por ejemplo, una mejor consideración de los riesgos de una decisión y la identificación de posibles estrategias de gestión, puede mejorar la efectividad en un proyecto y ahorrar tiempos en el futuro. El análisis de escenarios posibles, con sus premisas y resultados, puede agilizar la consideración de incertezas por venir y acelerar la velocidad de respuesta. Prever situaciones incómodas en una relación personal dedicando un tiempo a considerar implicaciones directas e indirectas de determinaciones sustanciales a tomar, prevendría desacuerdos y desencuentros futuros.

Si bien se infiere que son cosas difíciles de hacer, favorecer un mejor escenario para que ocurran y se materialicen puede ser el puente de valor que jerarquice el aplazamiento. Sería como transformar un gasto o dispendio de tiempo en una inversión, en un activo intangible que mejore tu acervo para aplicarlo, posteriormente, a tus mayores retos. Armado de esta posibilidad, estarás en condiciones de capturar beneficios por el diferimiento. El bajar tensiones y realizar una actividad agradable podría favorecer el estado en el cual afloren lógicas diferentes y creativas para confrontar contrapuntos arduos y complejos.

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El primer paso cuenta

Si bien pudiera parecer un contrasentido, la reflexión es reflejo de acción. Podría parecer una falta de actividad, inclusive asociarse con la demora que impone el procrastinar, pero cuenta, sin embargo, como el primer paso. Es una acción que sucede en el sujeto, que de forma libre y facultativa entra en ese estado.

Uno de los productos resultantes sería el diseño de una respuesta, de una postura, de una decisión. Siendo un recurso de aprendizaje, como mencionamos más arriba, amerita verla como parte de un ciclo mayor que supone poner en práctica lo elaborado, evaluar los resultados y capturar los beneficios y las oportunidades de mejora que surjan. Como primer paso, suele resultar difícil de dar.

Este es el punto de quiebre del procrastinar. Si consigues darlo, habrás roto esa lógica. Elabora con relación a qué impide que lo hagas. Medita sobre tres aspectos: el saber, el querer y el poder. ¿Tienes los conocimientos, las competencias y las experiencias que te capacitan para actuar o sientes su falta? ¿Tienes la voluntad y la fortaleza de espíritu para moverte o te invaden la pasividad o el desinterés? ¿Estas facultado para actuar, las condiciones te habilitan para hacerlo? El discernimiento de tu grado de aptitud es fundamental para entender tus posibilidades.

Este diagnóstico aclara fortalezas y debilidades. Con el resultado a tu disposición se facilita la definición de los pasos siguientes. Entendiendo tus carencias estarás más cerca de encontrar la salida, pero más importante aún, racionalizando con qué cuentas, tendrás mayor claridad del rumbo hacia el cual orientar tu caminar.

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Perfeccionista en la distinción

Si ser perfeccionista es una cualidad que se emparenta con el procrastinar, aplícala, en cambio, a apropiarte de esta distinción. Tal vez sea sutil, pero podría resultar significativa. Cuando enfrentes una situación difícil, una decisión complicada, cuando afloren los deseos de dejar para después o escapar, crea, promueve o facilita un momento de reflexión. Abre una amplitud que te desahogue.

Cabe una acción de relajación, algo placentero, pero no para evadirte, sino para enfocarte en lo que importa y para fomentar una emocionalidad positiva. Si la pesadumbre se transformó en alivio, habrás iniciado entonces tu transformación.

¿Qué son las distinciones?

Distinguir es reconocer las diferencias que existen entre las cosas y los pensamientos. Es un acto, es una acción de percibir algo como particular y tratarlo, a partir de esa noción, como diferente. Es una postura que tiene que ver con descubrir, con iluminar, con llegar al fondo de una cuestión. Una profundización que habilita y un hallazgo que impulsa. Las distinciones marcan un punto de inflexión desde que las identificas. Desde ese momento y para siempre.

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