Por Ciro Gómez, profesor de Finanzas y Control de INALDE.
Algo que puede enseñarnos esta crisis es el valor de la humildad.
La humildad es una virtud mal entendida. Se la asocia con inseguridad, timidez, incluso con menosprecio de uno mismo. Sin embargo, la humildad es, creo, la consecuencia natural de seguir la recomendación “conócete a ti mismo”; es el reconocimiento de que no valemos más que los demás, de que no somos tan especiales como creemos o como nos gustaría ser.
Todo lo que está pasando en esta pandemia nos enseña varias cosas: que somos frágiles, que no tenemos el control de todo, que dependemos unos de otros y que muchas de las cosas que tenemos, que damos por sentado, no tienen necesariamente que estar ahí, disponibles para nosotros. Esta comprobación nos produce un sentimiento doloroso.
Pero la misma humildad nos trae alivio. Parte de nuestro dolor y rabia es rebeldía; rebeldía de cómo nos puede pasar esto a nosotros, a nosotros. Cuando comprendemos que no somos tanto como nos creíamos, empezamos a tranquilizarnos y a aceptar que estamos tan expuestos y somos tan vulnerables, como los demás.
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Ser humilde requiere de esfuerzo; es algo que debemos trabajar y desarrollar conscientemente. Debemos aprender a reconocer las señales de que nos hace falta. ¿Sabemos lo que hay que hacer y los demás están muy equivocados? ¿No aceptamos la adversidad? ¿Nos cuesta pedir ayuda o sentir que dependemos de los demás? Cuando alguien nos contradice, no está de acuerdo con nosotros, no actúa como pensamos que debe hacerlo, ¿lo tomamos como algo personal, queremos castigarlo? ¿Nos molesta pedir disculpas? Son sentimientos, si se quiere, naturales, pero a los que podemos y debemos oponernos.
Quien no es humilde se siente satisfecho consigo mismo. Por eso, el humilde sabe que debe exigirse más. Porque la humildad también nos permite ver con claridad nuestro valor, las cualidades que tenemos, los logros que, como humanidad, hemos conseguido. Nos estamos cuidando, hemos hecho mucho. Esta misma pandemia hace unas décadas habría sido todavía más pavorosa; no la habríamos entendido ni hubiéramos sabido bien cómo responder.
Todavía nos falta mucho por aprender: de solidaridad, de ciencia, de gobierno, de ser agradecidos. Lo que tenemos que aprender hoy lo vamos a asimilar mejor si lo afrontamos con humildad.