Ricardo Barreto
Director ejecutivo del Executive MBA de INALDE
En el mundo del fútbol, jugar con un jugador menos suele ser sinónimo de desventaja. Sin embargo, en el ámbito empresarial, este concepto puede adquirir un significado diferente. Imagina un equipo que, ante la ausencia de un miembro, no solo se adapta sino que también se esfuerza al máximo para cubrir esa posición, impulsado por una pasión y dedicación inquebrantables.
Cuando un equipo está verdaderamente centrado en el cliente y el producto, cada miembro comprende que su contribución individual es esencial para el éxito colectivo. Este enfoque crea una sinergia en la que todos trabajan con un objetivo común: entregar valor al cliente. La pasión por lo que hacen se convierte en el motor que impulsa a cada integrante a dar lo mejor de sí, incluso cuando falta una pieza en el engranaje.
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Amar y comprender el diferencial de la empresa es fundamental. Es lo que hace que cada miembro se sienta orgulloso de lo que ofrece su organización y, a su vez, se comprometa a mantener y mejorar ese diferencial. Saber el propósito, tener claro el "por qué" de sus acciones, les da una dirección y sentido a sus esfuerzos. Este conocimiento profundo y compartido del propósito común es lo que permite que, ante una ausencia, los demás miembros del equipo se organicen y colaboren para llenar el vacío.
La pertenencia y la apropiación del negocio como propio son elementos poderosos en un equipo de alto desempeño. Cuando los miembros sienten que el éxito del negocio es también su éxito personal, están dispuestos a asumir responsabilidades adicionales y a hacer sacrificios por el bien común. Esta mentalidad de "dueño" fomenta un ambiente en el que todos están dispuestos a cubrirse las espaldas mutuamente, creando una red de apoyo sólida.
Sin embargo, esta dinámica de cubrir ausencias puede tener sus riesgos. Cuando los miembros del equipo empiezan a asumir roles fuera de sus funciones específicas, puede ocurrir un desenfoque. Cada función dentro de una organización tiene su propia relevancia y especialización, y desviar a los empleados de sus áreas de competencia puede llevar a un desgaste innecesario.
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Este desgaste se traduce en una disminución de la eficiencia y en un aumento del estrés. Con el tiempo, los miembros del equipo pueden sentir que sus esfuerzos no son sostenibles, lo que puede llevar a conflictos internos. Además, la ausencia prolongada de un miembro clave o la incorporación de alguien que no está a la altura puede desbalancear la dinámica del equipo, afectando la moral y el rendimiento colectivo.
Jugar con 10 y no con 11 puede ser una muestra de la resiliencia y pasión de un equipo comprometido. No obstante, es crucial reconocer y abordar los riesgos asociados con esta situación para mantener un equilibrio saludable y sostenible. La clave está en fomentar un ambiente de pertenencia y apropiación, sin perder de vista la importancia de cada función y el bienestar del equipo. Solo así se podrá continuar cumpliendo la promesa de valor y asegurar el éxito a largo plazo.