De la serie distinciones: Dar y recibir. Ofrecer y tomar

De la serie distinciones: Dar y recibir. Ofrecer y tomar

19/03/2025

Gustavo Mas
PADE de Inalde

El dar y recibir está en la esencia del ser humano y su naturaleza social. Estamos dando y recibiendo todo el tiempo. Desde que iniciamos la jornada hasta el final de cada día. Aun cuando descansamos, por las noches, ciertos suministros no cesan, se mantienen siempre disponibles. Otra característica interesante es que, permanentemente, alternamos roles. Damos, pero también recibimos.

Ahora bien, existe una combinación de acciones similar, pero con algunos matices que vale la pena distinguir: ofrecer y tomar. Algunos factores de la ecuación cambian. La decisión, por ejemplo, parecería estar más hacia el lado de quien toma. El carácter de la relación podría ser más transaccional e inclusive oneroso. La oferta suele configurarse a partir de una necesidad y el tomar como consecuencia de la conveniencia.

En general, se da de lo que uno tiene y recibir muchas veces podría tornarse en un compromiso. Los sentimientos y las emociones afloran y están presentes. Lo corporal también puede darnos pistas de las diferencias, mostrando posturas y gestos bien diferentes.

La propuesta de las líneas a seguir es profundizar en las características de esta distinción, aportando luz sobre la potencialidad y las implicaciones de ambas combinaciones de acciones.

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Dar y recibir

Podrías comenzar preguntándote qué tienes para dar. En general se da de lo que cada uno tiene. Podrían ser cosas materiales, pero visto de una forma más general, considera en un sentido amplio tus posesiones. Por ejemplo, el tiempo, es uno de los recursos más valiosos que tenemos los seres humanos. No lo podemos comprar, no podemos detenerlo, acelerarlo o enlentecerlo.

Disponer de un tiempo propio para dedicarlo a otra persona es uno de los gestos más altruistas que podemos realizar. Otra noción popular sobre el dar y el recibir es el equilibrio y el concepto de que, en función de lo que des será lo que recibas. A su vez, se habla bastante de dar sin esperar nada a cambio poniendo el tono en la gratuidad de la acción. Si del otro lado, se valoriza lo recibido, podría producirse un momento mágico.

En términos de construcción de una relación, pasar de lo que tienes para dar a identificar lo que el otro necesita es todo un movimiento. De pronto lo que dispones no es lo requerido. Tal vez se imponga alguna adaptación o implique una búsqueda. Dar, simplemente así, quizás sea improductivo, resulte inútil y vano.

Aquí aparece el elemento de la conversación o la comunicación eficaz. Este factor podría potencializar el gesto. Preguntar habilitaría una indagación provechosa. La iniciativa del diálogo también permitiría explorar asimetrías, es decir, quizás algo que para ti no es muy valioso, resulta fundamental para el otro.

La idea de equilibrio de la que hablamos más arriba se ubica en otra dimensión cuando ponemos en foco la calidad de lo que damos y recibimos. Y es que muchas veces el impacto de la entrega resulta fundamental o fatalmente influido por la calidad de la acción o de la cosa entregada.

Algo que tenga la cualidad, el carácter, la condición o la naturaleza adecuada, tiene la capacidad de multiplicar la utilidad. De ahí que resulte relevante el espacio de la comunicación, ya citado, y la posibilidad de adaptar la entrega a lo necesitado.

Ofrecer y tomar

El ofrecer tiene otras implicaciones. Es más abierto en cuanto a posibilidades y reconoce que el poder de decisión está del otro lado. Idealmente, debería comenzar por una exploración de las necesidades y dolores de la otra parte. El primer objetivo es el de generar un espacio común, un contexto compartido, que favorezca la decisión de tomar.

Si bien podría configurarse bajo un esquema de gratuidad, en general este intercambio considera contraprestaciones que podrían ser onerosas. El avance de la conversación podría incluir un espacio de negociación, de ajuste de la oferta o de contraoferta. El tomar configura un sí, una aceptación que le da forma a un acuerdo o a una promesa que implica entregar y recibir lo prometido, a cambio de aquello que fue pactado reconocer.

Se puede ofrecer lo que se tiene, pero en este espacio, el diseño de producto o servicio juega un rol importante. Discernir las condiciones de satisfacción y los estándares que aplicarán es fundamental ya que el resultado esperado dependerá de su cumplimiento.

Además, dentro de esta misma distinción aparece otra muy importante que es la de que el precio o costo no tiene nada que ver con el valor. El valor lo asigna y lo define la contraparte, no tú. Si quien ofrece llega a descifrar el valor y sus fuentes, aumenta notablemente las chances de alcanzar un acuerdo y la satisfacción posterior.

El momento de verdad, en el cual se toma lo que se ofrece, marca el inicio de una relación que podría perdurar más o menos tiempo. Si el foco es puramente transaccional, concluirá de forma instantánea.

En mi experiencia, la construcción de relación es siempre una apuesta que da frutos. La satisfacción multiplica en nuevos acuerdos o en el simple hecho de cruzarse en la calle, reconocerse y rememorar situaciones agradables que habilitan la imaginación de un futuro con nuevas opciones de relacionamiento.

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Las emociones juegan su papel

Las emociones son reacciones, muchas veces automáticas, irracionales. Responden a estímulos externos y propios. El dar y recibir se vincula más frecuentemente con la generosidad y el agradecimiento. Posturas de empatía y reacciones de bienestar son más frecuentes. En el caso del ofrecer y tomar, la satisfacción y la confianza adquieren mayor peso. También el rechazo de una oferta o el pedido de su revisión podrían generar emociones negativas relacionadas con la frustración de no alcanzar un acuerdo.

El confort que otorga la seguridad de una promesa cumplida genera tranquilidad y deseos de continuar la vinculación a futuro. La urgencia y el agobio de la necesidad podrían condicionar la postura de las partes en los dos escenarios. La urgencia, por su lado, llamaría a un dar desinteresado. El desasosiego de la necesidad, por otro, sería una tentación de aprovechar un ofrecer más ventajoso. El miedo, emoción muy presente en nuestras vidas, puede manifestarse con fuerza brutal. Miedo a recibir lo que es dado por el hecho de reconocer una debilidad. Miedo a dar porque luego me pedirán más. Miedo a colocar mucho esfuerzo en una oferta que luego sea rechazada. Miedo a que tomado lo ofrecido se transforme en una promesa incumplida.

El mejor antídoto para el miedo es la confianza. Pensar en cómo se construye, en cada situación, es fundamental. Reconocer en el otro competencia, capacidades y experiencias ayuda. Solicitar y analizar informaciones también. Compartir valores es a veces trascendental. El minuto siguiente al dar, marcado por un quedarse observando, atento, disponible y la postura de construir relación al ofrecer no desinteresadamente, sino con la disposición de que el vínculo genuinamente se fortalezca, suelen ser palancas vitales para que el miedo ceda y no domine los momentos.

El hablar de tu cuerpo

Observa la posición de tus manos. El dar las encuentra en posesión de lo que se entrega, al encuentro de un recibir que en general muestra la palma. Ahora aprecia el ofrecer, es a la inversa ¿cierto? Una mano que ofrece se extiende, avanza. La mano que toma también se moviliza y realiza un gesto de apropiación. Parece sutil, pero podría contar demasiado. Las manos son un aspecto de la postura corporal que tiene otros elementos.

Las miradas, por ejemplo, son poderosísimas y su profundidad es tal que consiguen transmitir las emociones. El dar y recibir, enmarcados en una atmósfera de necesidad o, eventualmente de urgencia, se vinculan a un lenguaje corporal más sensible. El ofrecer y tomar podrían desarrollarse en ambientes más tensos, hasta superar ciertas barreras típicas de la presentación y análisis de lo ofrecido que inclusive pueden desenvolverse en un espacio de competencia.

El contacto físico podría surgir como un dilema a resolver: un estrechar de manos o un abrazo funden espíritus, celebran el instante. La distancia es un factor de peso: la mayor proximidad o lejanía configura el escenario para el intercambio y la oportunidad. Acortar la distancia suele ser una decisión difícil de tomar como también el qué hacer si el espacio es reducido abruptamente por la otra persona. Considera innovar y sus implicaciones.

Por ejemplo, a la hora de presentar una oferta, podrías atravesar la mesa y sentarte de lado para generar un entorno de mayor cercanía. El dar muchas veces promueve una aproximación, administrando la amabilidad que no genere incomodidad para el otro. Los movimientos de la interacción tienen su propio ritmo.

Dar un paso hacia adelante o retroceder, al costado o avanzar; el calor de la cercanía o la comodidad de la distancia que podría aportar relajación al no activar mecanismos de defensa. Finalmente, incorpora la idea de la coherencia. Tu cuerpo suele transmitir, muchas veces sin filtro, lo que piensas y lo que sientes. Presta atención a esto. Esfuérzate por cerrar estas brechas o, por lo menos, se consciente de que las irradias, quizás involuntariamente al otro a través de tu corporalidad.

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Lo esencial es a veces no evidente

Apropiarse de una distinción no es para soslayar. Suele ser un instante de poder y promueve transformaciones. El dar y recibir o el ofrecer y el tomar abrigan ese potencial. Derechos y obligaciones, necesidades y urgencias pueden confundirse. La construcción de relaciones para bienestar o beneficio mutuo aparecen como motivaciones excluyentes.

Los sistemas en los que actúas y sus mecanismos podrían imponer condiciones y estar atento a esto es crucial. El diseño de las conversaciones surge como una posibilidad imperdible para lograr objetivos, resolver problemas y alcanzar sueños. Si han venido a tu mente circunstancias concretas o te has visto reflejado en las palabras que has leído, habrás dado el primer paso para incorporar esta distinción.

¿Qué son las distinciones?

Distinguir es reconocer las diferencias que existen entre las cosas y los pensamientos. Es un acto, es una acción de percibir algo como particular y tratarlo, a partir de esa noción, como diferente.

Es una postura que tiene que ver con descubrir, con iluminar, con llegar al fondo de una cuestión. Una profundización que habilita y un hallazgo que impulsa. Las distinciones marcan un punto de inflexión desde que las identificas. Desde ese momento y para siempre.

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