Trabajar en equipo y colaborar

De la serie distinciones: Trabajar en equipo y colaborar

23/04/2025

Gustavo Mas
PADE 2013

En esta segunda entrega de Distinciones, la propuesta es ahondar en el mundo de las relaciones, desde el punto de vista de los aportes, de la coordinación de acciones y el trabajo integrado. La capacidad de las personas de organizarse y trabajar en equipo es uno de los grandes motores de la humanidad, quizás el primero. Cuando apreciamos la evolución y los mayores logros del ser humano, podemos identificar como factor común la capacidad de estructurar un actuar grupal, coordinado, en pos de alcanzar metas desafiantes. Conformación de equipos y roles asignados que se cumplen, con un propósito común y un actuar consistente, hacen parte de una estrategia que suele dar los frutos esperados.

No es que la acción individual se menosprecie. Solo se pone al servicio de un bien mayor y común. A su vez, la colaboración, tiene otras características. Pedir la colaboración de alguien es una invitación a cooperar. Dar una colaboración supone la entrega de una ayuda, y si bien la colaboración puede hacer parte del actuar en equipo, no es lo central. La confusión podría exacerbar el énfasis en el querer y poder dar esa asistencia, mientras que la dinámica del equipo se centra en desempeñar acabadamente la responsabilidad asignada, lo que el equipo espera de cada miembro y hacerlo de forma impecable, subordinando los propios intereses a los del conjunto. Descubrir las sutilezas por detrás de estos dos conceptos es la motivación de las líneas que siguen.

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El rol y la entrega

El trabajo en equipo supone un ejercicio de roles. Cada miembro, desde su espacio, comprometido con el objetivo común, pone foco en el desarrollo de su tarea. Aprecia la dinámica del conjunto y se mantiene atento a su desarrollo, pero su propio hacer o dar es lo esencial. Se organiza para cumplir su cometido. Conversa, interactúa, es parte de las decisiones. Sin embargo, una vez que se define el rumbo, coloca el foco en la ejecución. Vive bajo el paradigma de la impecabilidad, de cumplir con lo asignado. Articula su última línea de defensa porque entiende la responsabilidad que le cabe. Levanta la mano y hace oír su voz cuando tiene una necesidad, cuando observa una oportunidad de mejora en el grupo o si percibe que el funcionamiento podría condicionar fatalmente el resultado.

Se rige, en cierta forma, por el principio de la actividad: está siempre activo, preocupado y ocupado, movilizado. Si bien pudiéramos pensar que es positivo que exista colaboración entre los miembros de un equipo, esto no es su esencia. Es más, la colaboración, en un extremo, podría quebrantar la responsabilidad. No estoy descartando la opción del auxilio, pero no debería ser la regla. Adicionalmente, asumir el papel designado implica abrazarlo con compromiso. La colaboración parece tener más que ver con algo que se da, tal vez, con menos sentido de obligación, quizás como una participación circunstancial y voluntaria.

Justamente, la palabra participación puede poner luz a esta discusión, en particular cuando la confrontamos con la de involucramiento. Aunque una participación efectiva sea reconocida como valiosa, el involucramiento se ubica en otro nivel. El compromiso aporta a la distinción. El nivel de conexión con el propósito se destaca. Lo que se pone en juego surge como diferencial. Podría decirse que, involucrarse es poner el cuerpo, actuar con el alma, comprometerse con el resultado. El colaborar podría identificarse con entregar lo solicitado, lo esperado. Colocar tu ladrillo, punto. El funcionamiento de los equipos, en cambio, se rige y sostiene en los fundamentos de una integración efectiva.

Disponibilidad y referencia

El estar disponible y pronto para actuar es una característica destacada de los miembros que componen un equipo. Esa disponibilidad se construye. Desde el querer, asumiendo a cabalidad el papel, la actividad asignada. Desde el saber, adquiriendo las capacidades necesarias para el desempeño, recursos físicos y humanos, financieros y de tiempo. Desde el poder, creando las condiciones adecuadas para la performance requerida, teniendo en cuenta el entorno y sus características. Estar en capacidad de actuar, no es algo para soslayar. Es un estado que se trabaja, que se edifica. Parte de compartir el propósito del equipo, de asumir con responsabilidad el resultado del conjunto. De no contentarse solo con cumplir la parte asignada. De sentir frustración y agobio si otro miembro está en problemas. En este punto, quizás con un motivo más altruista, podría surgir la colaboración alimentando el espíritu, como sustancia que constituye un pilar del equipo y contribuye con su naturaleza.

La colaboración también podría vincularse a los referentes en temas o cuestiones determinadas, específicas. Ser referentes, ubicaría a los individuos en un potencial espacio de colaboración. De otro lado, los miembros de un equipo están llamados a ser incidentes en las tareas grupales y sus resultados. Los referentes podrían estar incluso fuera del equipo, cumpliendo un rol importante, aunque nuevamente, lo esperado de los miembros de un equipo es que sean actores determinantes. La disponibilidad y prontitud no son características que puedan ligarse a la comodidad. Todo lo contrario, es una liberalidad, una vacancia voluntaria, laboriosa, definida por la perfección del encaje de cada parte en el mecanismo integrado del equipo.

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La incomodidad de los riesgos

Hacer parte de un equipo y trabajar juntos para alcanzar una meta supone enfrentar la incomodidad de asumir riesgos que eventualmente gestionan otros miembros. Este hecho podría reflejarse en la analogía de dar un salto al vacío y de espaldas; que al dar el paso requerido esté el peldaño siguiente de la escalera en su sitio; que, al extender la mano para recibir el insumo necesario en tu propia fase de desempeño, éste se encuentre en tiempo y forma; que no haya ruidos, fricciones o engranajes trabados o rotos…

Todos estos elementos hacen a un buen trabajo en equipo. Antes hablábamos de la impecabilidad y, esta idea nos conduce a la de confianza. Es la seguridad en la performance del otro la que la alimenta. Es una credulidad que se elabora. No es ingenua. No es inconsciente. Cuando existe confianza en un equipo se nota de lejos. Se celebran los logros. Hay reconocimiento. Pero también se crece en la derrota. Se hablan los temas. Se pone el corazón sobre la mesa, abierto, sincero. Hay miradas a los ojos y gestos de comprensión. Se valoriza el aprendizaje y cada error habilita mejoras. La colaboración, en cambio, habita en otros espacios. Quizás sea el emergente de una falla de funcionamiento o el requerimiento naciente de un imprevisto. En la colaboración el pedir es relevante y los riesgos son otros, por ejemplo, que la asistencia no llegue a tiempo o lo haga en un formato o condiciones inadecuadas. La colaboración, desde el punto de vista de los riesgos, también admite gestión. Anticiparse, es importante. Esquemas de cooperación pueden negociarse y acordarse de antemano, con otros miembros de la organización o con entes externos. Asegurar la colaboración pasa, muchas veces por acordar, de antemano, la contraprestación debida. De esta forma, el aporte contingente reduce la incertidumbre, elevando el nivel de confianza.

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Sobre las palabras

Liderazgo y empoderamiento están identificadas inequívocamente con el trabajo en equipo. Se complementan. Cada una le da sentido a la otra. No hay líder sin equipo. No existe un actuar integrado del conjunto sin el debido empoderamiento. Partiendo de inspirar visión, desarrollar talento, alinear la organización y asegurar la ejecución, afloran otros elementos destacados como los principios de autonomía y de delegación responsable, en el sentido de que el poder que se otorga es real y efectivo. Un movimiento sincrónico. En ese ir y venir, también es sano apreciar el surgimiento del liderazgo en el seno del mismo equipo. Puntos que sobresalen y voces que van adquiriendo autoridad y que por estos atributos se imponen, naturalmente, sin esfuerzo ni imposiciones.

La palabra colaboración genera asociaciones con cooperación, concurrencia y ayuda. Alguien que colabora da de lo que tiene. En el límite de la abnegación, podría sacrificarse y dar lo propio para alentar el bien de otro. Nuevamente, es posible apreciar este comportamiento en un equipo, pero no debería ser la condición fundante. Si así fuera podría conducir a un voluntarismo, a la relajación, a la concepción de que siempre alguien podrá socorrer en una urgencia, restando valor al esmero. Si lo que se hace permanentemente es atender desvíos, el equipo, su conformación o sus procesos deben ser revisados.

Trabajo en equipo invita a pensar en objetivo, organización, miembros, recursos, coordinación… Colaboración lleva a consideraciones de aporte, complemento, asistencia, prontitud y entrega… Considerar las palabras que usamos y su significado, hace parte del valor de distinguir y pone el énfasis necesario en el sitio correcto.

Ganar partidos

Ganar es hermoso, pero la conformación de un equipo de trabajo debería sustentarse, primeramente, en la idea de competir. Para competir es necesario organizarse. Con la mente puesta en el objetivo, analizar capacidades, distribuir roles, integrar el funcionamiento del conjunto. El espíritu de equipo se va nutriendo en el juego, con la energía de los triunfos y los aprendizajes de las derrotas.

El crecimiento de los equipos podría medirse en el nivel de confianza que se tienen los miembros entre sí y en la capacidad del propio equipo para superar obstáculos y alcanzar resultados. En ese devenir, la colaboración debería ser siempre una opción utilizable. En su justa medida, en el tiempo oportuno. Dentro y fuera del equipo. Ubicar estos dos conceptos en su espacio y adecuada medida, abre horizontes, ilumina el camino y permite ampliar definitivamente el significado de nosotros a nosotros juntos.

¿Qué son las distinciones?

Distinguir es reconocer las diferencias que existen entre las cosas y los pensamientos. Es un acto, es una acción de percibir algo como particular y tratarlo, a partir de esa noción, como diferente. Es una postura que tiene que ver con descubrir, con iluminar, con llegar al fondo de una cuestión. Una profundización que habilita y un hallazgo que impulsa. Las distinciones marcan un punto de inflexión desde que las identificas. Desde ese momento y para siempre.

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