La incomodidad de los riesgos
Hacer parte de un equipo y trabajar juntos para alcanzar una meta supone enfrentar la incomodidad de asumir riesgos que eventualmente gestionan otros miembros. Este hecho podría reflejarse en la analogía de dar un salto al vacío y de espaldas; que al dar el paso requerido esté el peldaño siguiente de la escalera en su sitio; que, al extender la mano para recibir el insumo necesario en tu propia fase de desempeño, éste se encuentre en tiempo y forma; que no haya ruidos, fricciones o engranajes trabados o rotos…
Todos estos elementos hacen a un buen trabajo en equipo. Antes hablábamos de la impecabilidad y, esta idea nos conduce a la de confianza. Es la seguridad en la performance del otro la que la alimenta. Es una credulidad que se elabora. No es ingenua. No es inconsciente. Cuando existe confianza en un equipo se nota de lejos. Se celebran los logros. Hay reconocimiento. Pero también se crece en la derrota. Se hablan los temas. Se pone el corazón sobre la mesa, abierto, sincero. Hay miradas a los ojos y gestos de comprensión. Se valoriza el aprendizaje y cada error habilita mejoras. La colaboración, en cambio, habita en otros espacios. Quizás sea el emergente de una falla de funcionamiento o el requerimiento naciente de un imprevisto. En la colaboración el pedir es relevante y los riesgos son otros, por ejemplo, que la asistencia no llegue a tiempo o lo haga en un formato o condiciones inadecuadas. La colaboración, desde el punto de vista de los riesgos, también admite gestión. Anticiparse, es importante. Esquemas de cooperación pueden negociarse y acordarse de antemano, con otros miembros de la organización o con entes externos. Asegurar la colaboración pasa, muchas veces por acordar, de antemano, la contraprestación debida. De esta forma, el aporte contingente reduce la incertidumbre, elevando el nivel de confianza.
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Sobre las palabras
Liderazgo y empoderamiento están identificadas inequívocamente con el trabajo en equipo. Se complementan. Cada una le da sentido a la otra. No hay líder sin equipo. No existe un actuar integrado del conjunto sin el debido empoderamiento. Partiendo de inspirar visión, desarrollar talento, alinear la organización y asegurar la ejecución, afloran otros elementos destacados como los principios de autonomía y de delegación responsable, en el sentido de que el poder que se otorga es real y efectivo. Un movimiento sincrónico. En ese ir y venir, también es sano apreciar el surgimiento del liderazgo en el seno del mismo equipo. Puntos que sobresalen y voces que van adquiriendo autoridad y que por estos atributos se imponen, naturalmente, sin esfuerzo ni imposiciones.
La palabra colaboración genera asociaciones con cooperación, concurrencia y ayuda. Alguien que colabora da de lo que tiene. En el límite de la abnegación, podría sacrificarse y dar lo propio para alentar el bien de otro. Nuevamente, es posible apreciar este comportamiento en un equipo, pero no debería ser la condición fundante. Si así fuera podría conducir a un voluntarismo, a la relajación, a la concepción de que siempre alguien podrá socorrer en una urgencia, restando valor al esmero. Si lo que se hace permanentemente es atender desvíos, el equipo, su conformación o sus procesos deben ser revisados.
Trabajo en equipo invita a pensar en objetivo, organización, miembros, recursos, coordinación… Colaboración lleva a consideraciones de aporte, complemento, asistencia, prontitud y entrega… Considerar las palabras que usamos y su significado, hace parte del valor de distinguir y pone el énfasis necesario en el sitio correcto.
Ganar partidos
Ganar es hermoso, pero la conformación de un equipo de trabajo debería sustentarse, primeramente, en la idea de competir. Para competir es necesario organizarse. Con la mente puesta en el objetivo, analizar capacidades, distribuir roles, integrar el funcionamiento del conjunto. El espíritu de equipo se va nutriendo en el juego, con la energía de los triunfos y los aprendizajes de las derrotas.
El crecimiento de los equipos podría medirse en el nivel de confianza que se tienen los miembros entre sí y en la capacidad del propio equipo para superar obstáculos y alcanzar resultados. En ese devenir, la colaboración debería ser siempre una opción utilizable. En su justa medida, en el tiempo oportuno. Dentro y fuera del equipo. Ubicar estos dos conceptos en su espacio y adecuada medida, abre horizontes, ilumina el camino y permite ampliar definitivamente el significado de nosotros a nosotros juntos.
¿Qué son las distinciones?
Distinguir es reconocer las diferencias que existen entre las cosas y los pensamientos. Es un acto, es una acción de percibir algo como particular y tratarlo, a partir de esa noción, como diferente. Es una postura que tiene que ver con descubrir, con iluminar, con llegar al fondo de una cuestión. Una profundización que habilita y un hallazgo que impulsa. Las distinciones marcan un punto de inflexión desde que las identificas. Desde ese momento y para siempre.