Gustavo Mas
PADE 2013
Sobre los distintos tipos de conversaciones, en particular las que llamo “conversaciones esenciales”. Lo que cada una pone en juego. Las emociones que emergen. Los riesgos y las posibilidades. Las distinciones que marcan la diferencia. En esta séptima parte el Sí. Una declaración potente que se expresa en una aceptación y constituye un compromiso. El valor de sostener lo pactado.
Estar y mantenerse disponible para honrar los acuerdos. En general, crea un ambiente positivo, expansivo. Sonrisas, manos estrechadas y abrazos. Proximidad. En algunos casos podría no haber una mejor opción y habrá que recordar esto en el transcurso de la relación. Una energía que impulsa el movimiento para recorrer el camino hacia la meta.
Un monosílabo poderoso, sonoro y estridente. Podría ser el inicio de un vínculo, pero también el punto final de una aceptación sin más alternativas. Suele seguir a una pregunta o a un pedido, a una propuesta o a una oferta de la otra parte.
Es la respuesta más ansiada porque sella un acuerdo, un compromiso, un futuro compartido y le da vida a una promesa. Abre horizontes, muchas veces inimaginados al momento de concederlo.
También genera obligaciones que muchas veces no conseguimos ponderar adecuadamente al inicio. Está revestido de un poder para crear realidades inexistentes. A veces lo concedemos porque no tenemos el valor suficiente de no decirlo. Este es el planteo de la cuestión que les propongo abordar hoy: la conversación que involucra dar un sí.
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Aceptaciones, promesas y compromisos.
Los vínculos personales y empresariales se establecen a partir de la aceptación de propuestas o de la confirmación de pedidos. Esa aceptación podría ser el final de un largo proceso de construcción de la relación y también el fruto de intercambios cotidianos. Al mismo tiempo, representa el inicio formal del citado nexo.
El sí es una palabra “sello”, equivalente a una estampa real o virtual que permite constituir, nada más y nada menos que promesas. Son esas promesas que hacemos y de las cuales somos destinatarios todos los días. El sí que constituye acuerdos, compromete a las dos partes, no solamente al que tiene la obligación de dar.
Una relación se va construyendo, día a día, de ambos lados. En ese dar y recibir transcurre nuestro devenir. El sí permite manifestar una elección y, sostenerlo en el tiempo, refuerza la misma. Es el guiño que le damos al otro para que mantenga su postura y entregue lo prometido. Darlo en un momento no significa confirmarlo para siempre. Sin embargo, al no cancelarlo, lo reafirmamos a cada paso.
Detente un minuto a pensar. ¿Podrías identificar el sí más poderoso que has dado en tu vida? ¿Cómo fue el proceso a través del cual lo concediste? ¿Tuviste tiempo para elaborarlo? ¿Analizaste las alternativas? ¿Ponderaste sus implicaciones? ¿Lo has mantenido en el tiempo? ¿Si pudieras volver atrás, lo reafirmarías?
Podrías escribir tus ideas en un papel y contemplarlas unos minutos. Abre un espacio para la reflexión, el cual es uno de los mecanismos más preciados del aprendizaje. Registra una palabra que represente este momento.
Estar disponible.
Una de las expresiones que solemos vincular con más frecuencia al sí es la de estar disponible, en particular en relaciones que se establecen a largo plazo. Esa disponibilidad equivale a dar el sí a cada momento, tiene un costo o precio y, por otro lado, tiene su valor. La diferencia entre costo o precio y valor resulta significativa.
Muchas veces solemos confundir esos conceptos. En una relación personal, estar disponible podría representar sacrificios, renunciamientos y entrega. En una relación comercial, estar disponible podría implicar costos que habrá que ponderar en la oferta. Pero el valor es algo diferente. Es aquello con lo que cada uno reviste lo que recibe.
La prontitud muchas veces no se valora de un lado, o no se sostiene en el tiempo del otro, sembrando la semilla de una ruptura. A cambio de esta atención, solemos estar más proclives también a entregar un precio o una contraprestación adicional. Cuando pienses en dar un sí para establecer una relación, ten en cuenta esta consideración.
La disponibilidad hace a la oportunidad en el sentido de la entrega oportuna. La disponibilidad podría permitir la captura de un valor, evitar un riesgo, o crear algo particular y único que no hubiera sido posible de otra forma. Incorporar esta distinción resulta fundamental.
Volvamos al ejercicio de reflexión. Te invito a identificar una situación en la cual tu disponibilidad haya sido fundamental para atender una necesidad del otro.
¿Cuál fue la reacción de la otra parte en ese momento? ¿Consigues imaginar qué hubiera sucedido con el otro si no hubieras estado disponible? ¿La citada prontitud, qué posibilidades habilitó o qué riesgos mitigó? ¿En qué medida la disponibilidad fortaleció la relación a futuro? Del mismo modo que hiciste más arriba, escribe una palabra que resuma este ejercicio.
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Positividad y entusiasmo que hay que sostener.
Las conversaciones que involucran un sí están revestidas de una emocionalidad positiva. Dado que habilitan la construcción de relaciones, producen entusiasmo y energía. Aprovechar ese momento para sentar las bases de acuerdos duraderos es importante porque el futuro no estará exento de avatares que influyan e impacten lo pactado.
Si fuera posible, sería de utilidad pensar en mecanismos para tratar malentendidos y divergencias. Es decir, crear de antemano las formas para abordar dichos momentos con la finalidad de conservar el sí que fue concedido. Esta anticipación, en general, produce el efecto de mitigar la emocionalidad negativa de miedo y ansiedad que puede acompañar al momento de sellar los compromisos pues aporta tranquilidad.
¿Existe un sí a medias? Quizás puedas relacionarlo con una aceptación sin alternativas, con una relación que no tenía opciones, con una posibilidad que se presentaba como la única disponible, con una conexión que estableces sin convicción. Podría ser de utilidad dar un paso medido, pequeño, que sea reversible con mínimos costos. Sería como ir develando el valor del vínculo de a poco, con movimientos que habiliten los siguientes e inclusive dejen la puerta abierta para una salida amigable. Si todo va bien, podrías continuar avanzando.
Si las cosas no evolucionan según tus expectativas, podrías tomar la ruta de escape. Lejos de cargar con una emocionalidad de culpa o resignación, podrías enfrentar la decisión como la construcción de una opción en la cual realizas una inversión inicial y que otorga el derecho de seguir adelante o de abandonarla si no se cumple lo esperado.
Eso sí, sería importante definir objetivos de alcance y de tiempo al inicio, tener algunas referencias contra las cuales puedas evaluar explícitamente si continuas o no. La idea sería generar esas referencias para que no pases por alto la oportunidad de hacer dicho análisis y eventualmente sigas adelante sin que exista una motivación genuina, llegando a un punto en el cual los compromisos son de tal magnitud que la posibilidad de salir o abandonar se configure como inviable.
En este punto de la lectura podrías volver al caso que identificaste más arriba como un “sí poderoso” que diste en algún momento de tu vida. ¿Cuáles son las emociones que registras o asocias a ese momento? ¿Qué efectos generaron en ti y en la relación? ¿Cómo evolucionaron esas emociones con el tiempo?
También podrías ir en la búsqueda de otro ejemplo, aquel que se refiera a un sí de compromiso. ¿Qué elementos te impulsaron a dar ese sí sin tener la convicción plena? ¿Cómo evolucionó ese vínculo? ¿Avanzaste confirmando o cancelando tu aceptación con el transcurso del tiempo? ¿Qué aprendizajes registras? Apunta una o dos palabras que representen la emocionalidad que vinculas a las ocasiones identificadas.
Acción y movimiento.
El sí invita a la acción, habilita iniciar la marcha. Ese momento, basado en la energía y emocionalidad positiva mencionada más arriba, se refleja en el cuerpo. La mirada directa, más puesta en el horizonte que en el piso. Posturas más erguidas y sensación de fortaleza. Sonrisas, proximidad, un estrechar de manos y abrazos, son gestos en general asociados al sí.
El saber que alguien nos acompaña, que se ha comprometido con una entrega que facilita nuestros objetivos, también trae relajación y alivia tensiones. Otra referencia bastante común es un descansar más tranquilo por las noches, con la convicción de que la promesa alcanzada facilitará el acontecer en la búsqueda de los objetivos.
El entusiasmo inicial podría diluirse en el tiempo. Sería interesante identificar fuentes de poder o recarga a lo largo del trayecto. Por ejemplo, definir hitos u objetivos de corto plazo en una relación o proyecto de largo plazo, podría ser interesante.
Logros tempranos también fortalecen los vínculos. Carencias identificadas a tiempo podrían ser más fáciles de revertir. Esos momentos de refundación de la relación y sus compromisos son nuevos síes que refuerzan los lazos y los hacen más resistentes frente a las tensiones que impone la cotidianeidad.
Ya concluyendo el desarrollo del tema, ¿Qué referencias has advertido en tu cuerpo al dar un sí? ¿Esas sensaciones se han mantenido en el tiempo? ¿Has tenido la necesidad de replantear cuestiones para recuperar las buenas vibraciones? ¿Qué palabra resuena más fuerte desde tu corporalidad cuando evocas momentos de otorgar un sí?
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El valor de la palabra.
Dos letras. La mínima combinación para construir una palabra. El sí suele adueñarse de los momentos, creando poder. Ese poder es compartido porque consolida relaciones. Funda promesas. Construye futuros. Edifica aprecios. Puede materializarse en un contrato pero, generalmente, se sustenta en el valor de la palabra, en un “te doy mi palabra”. Y hablando de palabras, la invitación final es que consolides aquellas que hayan aparecido a lo largo de la lectura. ¿Qué observas? ¿Arribas a alguna conclusión que resuma tu aprendizaje?
Satisfacción y realización, agradecimiento y contención, alegría y miedo, fortaleza y relajación, son algunas de las palabras que más se repiten en las conversaciones con otras personas en las cuales he tocado la dinámica de otorgar síes. Ver esta lista ayuda a entender el tremendo valor de darlo y sostenerlo. Al ver tus propias anotaciones, ¿Qué reacciones afloran?
Ya en la despedida y, hablando de palabras, el sí podría asociarse inequívocamente a la expresión “puedes contar conmigo”, como dice el gran Mario Benedetti en su poema “Hagamos un trato”.
La belleza de sus palabras enaltece el dar un sí y lo vincula a un acuerdo. El sí, que permite contar con alguien para completar lo que somos o para un hacer más allá de nuestras capacidades, crea un compromiso, pero también nos llena el corazón y alimenta el espíritu de posibilidades.
¿Que son conversaciones esenciales?
Son aquellas que se dan en momentos importantes, en instantes de definición. Aquellas que tienen la potencialidad de cambiar, de transformar la realidad, las posibilidades y los riesgos. Pueden presentarse cubiertas de trivialidad sin embargo, podrían acabar siendo difíciles de iniciar, de sostener y de conducir hacia una conclusión efectiva.
Son conversaciones en las que nos ponemos en juego como personas, con toda nuestra humanidad, frágil y poderosa al mismo tiempo. Son intercambios en los que el diseño previo y la preparación tienen su papel, pero que a veces demandan flexibilidad y adaptación porque están cargadas de una emocionalidad que puede copar el momento.
Distinguirlas y valorizarlas en toda su potencialidad, es un ejercicio de permanente aprendizaje. Cada día presenta un sinnúmero de oportunidades para llevarlas a la práctica y crecer como personas.